La vida en suspenso, jornada 32

Martes 14 de abril

Hoy, aunque de manera difusa, para todos los españoles es martes, para algunos además, el Día de la República; para las hormigas: no saben/no contestan, aunque sean marcadamente monárquicas y herederas de “todo esto”. Primero porque son más: entre mil y diez mil billones (con b) de individuos -e individuas-, pesan tanto como todos los humanos -catorce mil de ellas, hacen uno de nosotros-, consumen más carne que tigres, leones y leopardos juntos, es decir, muy poca (en comparación con nosotros), luego respetan más el medio ambiente. Segundo, llevan mucho más tiempo en la Tierra -ciento treinta millones de años- y, consiguientemente, se han adaptado mejor: habitan todos los ecosistemas (como nosotros) -salvo la Antártida-. Comen de todo, desde carroña hasta hojas, plantas y hongos (nosotros otra vez). Tercero, y definitivamente más importante: se organizan mejor (que nosotros ), la clave de su éxito es el trabajo en equipo; el equipo es lo importante, no el individuo. Cada colonia comienza con una hormiga, una sola, la reina. A partir de ella se monta una estructura social que las ha traído hasta aquí desde el Cretácico, la noche de los tiempos.

Sólo algunos tristes, nostálgicos y suicidas como yo, podríamos reivindicar entonces la República como forma de organización de la sociedad, cuando es evidente que no conduce a parte alguna. Sobre todo en este país que habitamos todos, donde a una mitad le sobra la otra media; es imposible ponerse de acuerdo ni siquiera en una situación dramática como la que vivimos. Me temo que las soluciones están en los hormigueros -mirmecología, es la rama que las estudia-, no en el congreso, y sino atentos: hoy es día 15, hay sesión parlamentaria.

Es una pena, porque los republicanos lo teníamos un poquito más cerca con la última "metedura de pata" (por llamarlo de algún modo) del rey emérito -ese adalid de la Transición- y las supuestas comisiones que ha cobrado por el Ave Medina-La Meca y han provocado que su hijo renuncie a su herencia. ¿Pero, quién se acuerda ya de eso? De vez en cuando, Felipe VI aparece con una mascarilla diciendo perogrulladas y media España se moviliza en torno a él. Aspectos de nuestra sociedad hormiga. Leonor reinará, si antes no nos hemos extinguido.

Aunque todo apunte a esto último. Es aire lo que respiramos así salimos del vientre de nuestras madres, y antes de buscar el pezón echamos una buena bocanada de este, después de que nos propinen un buen cachete para activar el sistema respiratorio. Es el mismo aire que ahora nos confina, el que necesitamos imperiosamente, el que afecta a las capas más vulnerables de nuestra especie, la que presenta problemas respiratorios previos. También a los niños como potenciales transmisores, aunque no directamente afectados: que paradoja. ¿Lo sabrán las hormigas?.

Ha bastado quedarnos en casa: restringir el transito de personas y mercancías entre países, reducir significativamente el consumo, vaciar el cielo de aviones y las carreteras de tráfico, para que las grandes ciudades, sobre todo, hayan reducido de forma drástica sus niveles de polución. Estos eran -son- alarmantes en ciudades como Londres, París, Barcelona, Madrid,...también las tasas de incidencia del coronavirus en ellas. No se trata de paralizar la economía, volver a las cavernas y el taparrabos, quedarnos en casa de por vida, pero sí tal vez de hacérnoslo mirar, observar el hormiguero, ver qué harían ellas si las privamos del aire. Tal vez sea esta la palmada en el culo que estábamos necesitando.

Llama la atención el mapa de la pandemia desde el pasado veintiuno de enero en que se dio la voz de alarma, ver como, aunque afectando ya a la totalidad del planeta, lo hace con especial virulencia en el mundo globalizado, occidentalizado; nuestro modelo de consumo está firmemente radicado en China, y desde allí importamos todo, virus incluidos: SARS, COVID... Por una vez parece que las grandes crisis no están vinculadas al subdesarrollo, no se desplazan de Sur a Norte, sino que lo hacen de Este a Oeste, de Oriente a Occidente, o viceversa.

El gran reto que se nos presenta pasa, tal vez, por pensar en verde, descarbonizarnos, dejar de usar recursos fósiles de manera suicida, revisando las altísimas tasas de polución y desastres medioambientales asociados al consumo, buscar formas de interacción con el medio distintas a las actuales; el teletrabajo no parece una mala opción, en apenas dos meses hemos conseguido adaptarnos a una situación impensable hace poco. Aunque los plazos que nos hemos dado en Europa -¡2050!- para adoptar ese reto hacen difícil ser optimista. Parece ser que con el cambio climático y el calentamiento de los polos se liberarán nuevos virus hoy confinados bajo el permafrost. Lo dicho, las hormigas heredarán la Tierra.

Nota: ¿Será casualidad o la crisis y el confinamiento nos conducen a Unabomber (Netflix.)? Es fácil simpatizar con sus reflexiones respecto de la sociedad tecnológica y la esclavitud consumista.


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