La vida en suspenso, jornada 27

Jueves 9 de abril

En To er mundo é güeno Manuel y Guillermo Summers nos mostraban el país que éramos en el año 1982, a través del recurso de la cámara oculta nos veíamos como una sociedad un poco bronca y desabrida, pero buenaza y campechana cuando nos explicaban el truco. Tengo mis reservas, me pregunto cuantos metros de celuloide -entonces era el soporte fílmico- hubieron de desechar por las reacciones “poco amables” del personal. Lo cierto es que el formato triunfó, nos descacharramos primero en los salones de nuestras casas y después en los cines con la película y sus dos secuelas. Hubo incluso (ignoro si continúa) una gala navideña que recaudaba (recauda) fondos para no sé quién o qué, bajo el título de Inocente, inocente utilizando el mismo sistema. No hemos cambiado tanto.

To este rollo (permitidme la broma) viene a cuento de la crisis aguda y paralela de buenismo que vivimos estos días; si pensamos que era poco superar la pandemia, la crisis económica por venir, la bronca política en curso (y, La que se avecina, en nuestra mejor tradición televisiva), la espalda que Europa nos muestra, como siempre; no contentos con eso, retomo el hilo, hemos venido a añadir esa grasazza indigesta y estomagante de buen rollo brotando de todos los medios de comunicación, en todas las plataformas y en su versión vecinal también: desde balcones, plazas, terrazas y azoteas, por aquellos que intentan hacernos el encierro más llevadero. ¡Se agradece el gesto, pero basta!, ¡Leán!, ¡Cocinen!, ¡Hagan puzzles!, ¡Aguanten en sus casas como hombres (o mujeres) y dejen de dar la matraca! ¿Lo harían de saber que por cada diez vecinos que se lo ruegan, existe uno que se lo reprocha? Imagino que sí: ¡es la democracia, amigo! Que decía aquel candidato a presidirnos y hoy pasa la cuarentena en la cárcel.

Presiento un colectivo que no debe estar sufriendo en absoluto los rigores laborales de la crisis. Me refiero al de los creativos publicitarios, estos pobres deben de ir al baño con el bloc de notas bajo el brazo, no fuera a ser que se les ocurriese una idea -iba a escribir brillante, pero tampoco es necesario- mientras están sentados en el trono. El tono no hace falta explicarlo: apelar a la empatía y los instintos más nobles del ser humano; la letra tampoco: saldremos de ésta con la ayuda de……..póngase la empresa o el ente en la línea de puntos; y, si el mensaje va para las redes sociales: #almohadilla antes del texto para transformarlo en un hashtag. Como un ejemplo es siempre más esclarecedor, valorad vosotros este desde el segundo dieciocho.

Trato de ponerme en la piel de quienes tomaron la decisión de vetar o permitir según qué actividades, durante los consejos de ministros (y ministras, parafraseando a Millás: el genérico no llega) del pasado 14 de Marzo. ¿Cómo habrían de ser aquellas reuniones en la tensión del momento? Docenas de asesores (y asesoras) reunidos alrededor de una gran mesa tras los ministros (en lo sucesivo, también ministras) de cada gremio, manteniendo la distancia debida y todos ellos enmascarados (no los veo además enguantecidos y tomando notas) mientras sugieren a su jefe (desdoblad vosotros el género) qué se debe añadir a la lista o qué es preciso quitar de esta. Seguro que en vuestros trabajos  habéis minusvalorado la labor de un compañero -es humano- hasta que, por circunstancias, la habéis tenido que realizar vosotros. Entonces se vive en carne propia y se comprende en toda su dimensión el mérito -casi siempre- de esa persona; pues bien, a mí no me hubiera gustado nada formar parte de esa reunión; sea como fuere me habían de llover palos porque los españoles somos así. ¿Como es así?, ¡Pués así! Todos tenemos -como tenemos un culo- una idea mejor. Esta es la mía:

¿Cómo es posible que en un país con un talento innato para la gastronomía como es el nuestro, alguien no sepa cocinar? No digo preparar la Sopa de hongos y castaña con una tosta de hígados de pintada, By Martín Berasategui, que enlazo por si alguien se atreve, sino unos huevos con jamón, unas lentejas con chorizo, unos macarrones al horno, una sopa de sobre, un arroz con verduras o unas almejas a la marinera ; me refiero a cocina básica, de supervivencia total, del día a día, esa que nos aseguran desde las televisiones que es sencilla, barata, saludable y rica, rica. No puedo comprender cómo después de soportar -lo siento, a mí no me gustan, los veo por amor- varias ediciones de Masterchef Junior, Senior y Celebrity; muchas Pesadillas en la cocina, algunas Cocina con Sergio, La cocina abierta de Karlos Arguiñano -por cierto, el canal sigue abierto en su casa durante la cuarentena- y algún Torres en la cocina, en este país nuestro haya quien siga sin saber cocinar un huevo o tomarse la molestia de leer una receta y, ¡ver que pasa! Me queda claro, lo importante es la audiencia, el espectáculo, las estrellonas y la capacidad que el programa tenga de meter tantos anuncios como sea posible entre plato y plató. Como resultado, una de las decisiones incontrovertibles que el ejecutivo hubo de tomar en aquellos días fatídicos, fue la de permitir el reparto de comida a domicilio (!) ¡Donde esté una buena pizza elaborada por la cadena de confianza! Y a precios de epidemia, además. Mi vecina Carmen, la del segundo, tiene ochenta y muchos, vive sola, su hija le deja la compra en el ascensor cada varios días y el olor de sus guisos en la escalera dan ganas de subir a meter la cuchara. Creo que sólo echa de menos la misa.

Respecto de la misa siempre hay buenos sucedáneos, el Papa la retransmite estos días a iglesia vacía desde el Vaticano. ¿Se habrá planteado la posibilidad de abrir sus iglesias estos días de incertidumbre, aunque no se practique el culto? No sé, pongamos, por dar refugio a quien no lo tiene. Bastaría apartar los bancos. No los que nos van a ayudar a salir de esta -como les ayudamos a salir de la otra-, sino los de sentarse.

Pero aquí siempre hay alguien que gana, por de pronto, algunos camellos se han travestido en repartidores de comida a domicilio. Cada cual tiene sus necesidades.

Me digo que estaría bien guardar las grabaciones de las cámaras de seguridad de edificios oficiales, centros comerciales, cajeros y entidades bancarias, control de tráfico y cualesquiera otras que vigilan nuestras vidas a diario. Si se lo damos a Los Javis de ese material saldrían To er mundo e güeno II y III. Perdón tíos, ya se han hecho, se titularon To er mundo é ¡mejó!, 1982 y To er mundo é demasiao, 1985.

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