La vida en suspenso, jornada 30

Extras durante el rodaje de Espartaco en Colmenar Viejo
Domingo 12 de abril

No es fácil sustraerse al magnetismo de Kirk Douglas y su genial Espartaco, así que en el momento en que aparecen los créditos en pantalla y la música épica de “una de romanos”, quedamos prendidos del televisor para...caer dormidos al punto y despertar justo a tiempo de ver la maravillosa escena de ostras o caracoles que el guionista Dalton Trumbo* supo colar a la censura (norteamericana) -con el apoyo valiente del recientemente fallecido Kirk Douglas, 103 años- donde Craso (Laurence Olivier), indaga de manera sutil en las apetencias sexuales de su esclavo Antoninos (Tony Curtis) mientras es sensualmente aseado por este entre sombras, cortinas y vapores de agua. La película es capaz de mostrar a la vez parte de la historia de Roma y su imperio en expansión, el poder inmenso del Senado romano, la lucha de los esclavos rebeldes por su libertad, las ansias de poder de sus generales -se traslada también al rodaje la tensión entre el director, un joven Stanley Kubrick, y el actor protagonista y productor, Kirk Douglas; más tarde sería contada por este en su libro, Yo soy Espartaco-, y todo, en el contexto de una colosal empresa de los años dorados de Hollywood, cuyo proyecto sufrió impedimentos desde su misma concepción en la elaboración del guión, hasta el rodaje de algunas secuencias en Colmenar Viejo durante la dictadura de Franco, pasando por las luchas de egos de sus actores principales: Charles Laughton, Peter Ustinov, Jane Simmons, Laurence Olivier o el propio Kirk Douglas, quién escribiría el mencionado libro a sus noventa y siete años: ¡vaya tío, de haber vivido durante el coronavirus lo habría superado sin duda! Murió mes y medio antes. Por lo que a mi respecta pienso regalarme un ejemplar, si alguien no lo hace antes. Ahí lo dejo.

Escucho en las noticias matinales la idea recurrente de aplicar técnicas de inteligencia artificial orientadas al control de la pandemia. Nuria Oliver, experta en la materia, desarrolla el tema mencionando en varias ocasiones el término, encriptado. Parece ser que se trabaja aprisa en toda Europa para desarrollar un algoritmo seguro a implementar en nuestros móviles, en base a una encuesta de población llevada a cabo sobre 160.000 personas, contemplando la posibilidad de declarar de manera voluntaria sobre aquellas con las que hayamos tenido contacto una vez se ha contraído el virus. Esta información se almacenaría en un servidor seguro y, eventualmente, advertiría a las personas en nuestro entorno inmediato -una vez se hayan descargado dicha aplicación- para que adoptaran las medidas oportunas.

Bien, es ciencia, es Europa, es encriptado-seguro-voluntario-eventual pero, ¿por qué entonces no despierta en absoluto mi simpatía?, como tampoco la despiertan el control en los aeropuertos o las cámaras en las calles. Cualquier ataque sufrido en nuestro feliz estado del bienestar es a menudo contrarrestado con medidas coercitivas: aquellas que dan más poder al que ya poseen estados y gobiernos, siempre tendentes a limitar nuestra actividad, nuestra libertad una vez ha acabado la supuesta agresión. ¿De veras el mundo es más seguro tras los atentados a las Torres gemelas (2001), los trenes de Atocha (2004), el metro de Londres (2005), Charlie Hebdo (2015), la sala Bataclan (2015), las ramblas de Barcelona (2107)? En este escenario de control, de permanente huida hacia adelante, no es habitual que se deroguen leyes o desmonten mecanismos ya innecesarios una vez la amenaza ha pasado. ¿Es que no hay otro modelo, otras políticas. Ha de pasar la seguridad necesariamente por el control de los individuos? Los actos de terrorismo han continuado una vez se han implantado estas medidas en aeropuertos y estaciones de tren. La videovigilancia, presente de forma masiva en todas las capitales europeas y de manera significativa en pequeñas ciudades, no hace del mundo un lugar más seguro, sino más paranoico, temeroso e infantilizado. Proliferan las compañías que quieren vendernos seguros de hogar, alarmas en nuestras casas, trabajos o bienes. Incluso en los móviles de nuestros hijos para tener la certeza de dónde y con quién están en cada momento -Guardián-. Se ha hecho de la inseguridad real o inventada -estadísticamente no está demostrada tal amenaza- negocio. No se apela en momento alguno a la responsabilidad de la ciudadanía porque no se no forma a esta en el ejercicio de la libertad, en el uso del razonamiento basado en la cultura o la capacidad para cuestionar lo establecido; arreglárselas por uno mismo, llegado el caso. Lo provechoso es ser servil, esclavo, manipulable, acojonado. Estar en casa consumiendo televisión, previamente alarmados, es rentable: el pan et circensis estaba inventado en la Roma de Espartaco. No me refiero al actual Estado de Alarma: el confinamiento basado en métodos científicos hace posible gestionar recursos escasos y ser solidario con quién necesita de ellos, sino de aquellas medidas que, a río revuelto, pretenden endosarnos sin ser debida y serenamente contrastadas, debatidas y aprobadas -o desechadas- de las que será después muy difícil librarse. ¿Alguien recuerda a Julian Assange, Edward Snowden?

En Espartaco (película), Wikipedia nos recuerda: “Graco ofrece a Craso el mando de 5 legiones contra Espartaco, y Craso pone un precio: ser nombrado dictador. Graco no quiere darle a Craso la dictadura, y tiene un acuerdo con los piratas cilicios para que dejen partir a Espartaco. Al llegar a Brindisi, el enviado de los piratas, Tigranes, le dice a Espartaco que las naves no están disponibles ( Craso los ha sobornado) y que Pompeyo ha desembarcado en Roma. Además, se espera que Lucio Licinio Lúculo desembarque en poco tiempo. Espartaco se ve obligado a huir hacia el norte. Mientras tanto, en Roma, Craso consigue el mando de las legiones”

La Historia nos enseña, rara vez la escuchamos.

*Dalton Trumbo se vio obligado a declarar ante el Comité de Actividades Antiamericanas para denunciar elementos comunistas dentro de la industria del cine. Debido a ello se vio obligado a usar seudónimos en sus trabajos. Su aparición en los créditos de la película como guionista, por deseo explícito de Douglas (Kubrick quería atribuirse la autoría), hizo desaparecer definitivamente la lista negra de Hollywood.

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