¡Venga, con dos cojones!,

así nos increpaba Lorena Álvarez el sábado pasado en la Fábrica de Chocolate de Vigo, aunque Lonsi -su chico de los teclados- y ella hacían lo que podían, el público estaba tan frío como la noche afuera. Ni las constantes referencias a su concierto de la jornada anterior en Ourense consiguieron calentarnos, sólo al final la cosa arrancó, pero sin acabar en apoteosis: amodiño. Más tarde harían un par de bises. La Fábrica tiene eso, no hay manera de escapar: el camerino está junto al escenario y si el músico quiere tomarse una cerveza tras el concierto, no queda otra que abandonarlo a través de aquel, donde espera el personal y su consabido peaje. Resumiendo, si Lorena quiso caldear el ambiente hubo de ser recurriendo a los genitales de todos (y todas, en palabras de Millás, el genérico no llega).
A punto estuvo de lograrlo por esa vía, aunque fué con Ya no me acuerdo de tí - de su álbum Anónimo- cuando consiguió que por fín conectásemos de verdad, ya al final, nunca es tarde... Hasta entonces fueron cayendo uno a uno todos los temas de su Colección de canciones sencillas, el álbum que venía a presentar. Sonido desnudo, una guitarra, además de un bombo y una pandereta que Lorena toca con los pies -previamente encintada al suelo- y el piano eléctrico de Lonsi. No hace falta más; bueno, si acaso el juego de luces de sala que controla Eladio -de Eladio y los seres queridos- desde la cabina del pinchadiscos, ¿palabra en desuso, viejuna, quedan discos en algún lado?. Pues sí, Lorena los vende, originalmente diseñados y diversos, a los pies de la escena, junto con su colección de pegatinas, bolsas de tela y cuadernos estilo Rubio (me duele decir merchandising) se encuentran los discos, el grande y el pequeño (cd y lp, aunque anglicismos también, me son más familiares, la edad), recuerdan a las viejas carpetas de gomas que usábamos en otra época. Un hallazgo. En cuanto al contenido: canciones íntimas, maravillosas -no suscribo lo de sencillas- La huerta de mi padre, canto a la vida, a lo próximo, las berzas y rosas, pimientos y tomates, a la casa y el amor; o cachondas, Si tu eres mi hombre, donde inevitablemente acude a la mente la ampulosa canción de Jennifer Rush que popularizó Paloma San Basilio en castellano (hubiera jurado que era Rocío la idem, pero la wiki vino a sacarme de mi error, como tantas otras veces) allá por los años ochenta, ¡del siglo pasado!. En ese tema se acompaña de un extraño cacharro que semeja un arpa con teclado, como de máquina de escribir Olivetti, del que extrae sonidos similares a un ukelele. La letra me recuerda al tema de Los Nikis Salvaje pasión, por lo gamberro. Escuchándola, por momentos uno cree estar en un fuego de campamento, frente a una hoguera, bajo un cielo estrellado, rodeado de colegas entre los que rueda una botella, un porro, o ambos; tapados con una manta mientras se baten palmas y hacen risas. A esas noches tiernas, memorables y, ay, ya lejanas, me remite Persona. Con Debajo de este olivo siento la misma sensación de melancolía que, creo, deja entrever Lorena al referirse a otras vidas que hubiera podido llevar y no lleva. Lo celebro por la parte que me toca y confío en que se haya comido el arroz a que se refiere en la canción. Lo cierto es que, escuchadas fuera del ámbito del concierto, sus melodías tienen un punto naif, por momentos triste e introvertido. En la sala todo eso cambia. Y entonces me alegro de haberme sacudido la pereza en esa desapacible noche de sábado, para acercarme al centro y comprobar que la menuda Lorena y el melenudo Lonsi -poseedor de una testa como la de cualquiera de los Jackson 5 cuando iban sin arreglar- son un par de tipos que transmiten la buena onda que encuentran en la carretera, los bolos, el público, y sus canciones sencillas. Da gusto verlos compartir Vaporeta -cigarrillo electrónico- entre tema y tema mientras buscan el siguiente en la chuleta y Lorena ajusta la cejilla de su guitarra; en un concierto como de andar por casa, donde los primeros sorprendidos son los músicos -”o lo que seamos”, dice Lorena estallando en carcajadas- por encontrar a tanta gente en la sala. Es ella quien pide al público cómo continuar, qué temas tocar, para después negarse a hacerlos -”no, esa no me sale” o “esa es muy aburrida”- para acabar tocando lo que le da la gana: “este es un tema muy punky, no se si podréis soportarlo”, de ese modo presenta El bosque tenebroso de mi mente donde se vacía física y espiritualmente. Nos pide que la acompañemos en Soy un olmo, a priori, canción disparate donde las haya, pero después de coreada y de un par de escuchas atentas, ya no es posible sacarla de la cabeza ni con agua caliente. ¡Cuán a menudo pedimos peras a quién no debemos!
En definitiva, una grata sorpresa encontrarse con una mujer que poco tiene que ver en su actitud y manera de defender las canciones con la imagen que uno se hace mientras las escucha: en ella hay energía, vitalidad, mucha rumba, ganas de pasarlo bien y desparpajo a montones. También emoción y sentimiento a flor de piel. Por mi parte aquí sigo, cinco días después rayado con Envidia, Los eclipses, Aborrezco lo que adoro…Aunque, de vez en cuando, el Spotifyer piensa por mí y me enchufa una de Vainica Doble. Espero que no te importe Lorena. Un beso y gracias.

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