La vida en suspenso, jornada 7

Viernes 20 de marzo

Al menos llueve y ambos deseamos que así sea, quién lo diría. La lluvia se asocia con refugio, hogar, recogimiento, confort. Parece que el encierro se hace menos llevadero si fuera hace un tiempo espléndido y las calles, parques, paseos y jardines nos llamasen invitándonos a contravenir las normas. No es la primavera una estación para permanecer en casa, ninguna lo es desde luego, pero esta menos que cualquier otra. Da la sensación de que uno se consume poco a poco, se muere mientras la vida estalla fuera, se renueva milagrosa y puntualmente un año más. Cada vez que uno se asoma a la alameda, al paseo, con el perro de la correa, aprecia en los árboles ramas nuevas, más florecidas, los brotes abiertos estallando en hojas de un verdor insospechado hace sólo unas jornadas; a última hora de la tarde, cuando se riegan los jardines, las rosas derraman toda su fragancia, los jazmines recién florecidos embriagan, abofetean con un aroma que obliga a detenerse y aspirar en silencio ese perfume que, tal vez en otra circunstancia, pasaría desapercibido o no nos detuviese de improviso como ahora; el trajín de las obligaciones, las prisas, los horarios, la vida cotidiana, no lo permitirían.

Hoy al menos llueve, la tarde se ha tornado melancólica y la vitalidad ligada al buen tiempo se apacigua, mañana han anunciado sol. Veremos.

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