La vida en suspenso, jornada 14

Viernes 27 de marzo

Anoche ocurrió un hecho sin precedentes mientras paseaba al perro junto al mar en Alcabre, Vigo. Miraba esa luna creciente cuya sonrisa comienza a ser más amplia cada día que pasa y aspiraba con fuerza el olor de las algas que la marea deja en la playa al pie de las rocas, por si tuvieran algún efecto salvífico o preventivo ante una hipotética infección y, sobre todo, por una tendencia insobornable de mi carácter al romanticismo. Tampoco tenía mucho más que hacer, la verdad, salvo encerrarme de nuevo en casa. Después de unos minutos alcé la vista al cielo para asegurarme de que Orión seguía en su sitio -lo estaba: ya en pie sobre el firmamento al oeste, la rodilla en tierra, su cinturón paralelo a la línea del horizonte, el arco apuntando a Tauro y su perro Canis tras él- cuando vi pasar a gran velocidad una pequeña bolita de luz intensa, justo entre los cuernos del toro: “vaya la Estación Espacial Internacional, hace meses que no la veía”, me dije -es el único satélite que conozco por su nombre, y el que mejor se ve a simple vista (1)- suele tardar unos cuatro minutos en atravesar la bóveda celeste accesible a nuestras miradas, para perderse después por el horizonte hacia el punto cardinal correspondiente a esa revolución, así que la seguí. De pronto, por el rabillo del ojo a mi izquierda, observé que a este le seguía otro en la misma dirección y sentido que el anterior. Qué feliz coincidencia, nunca había contemplado algo parecido, dos satélites en el mismo rumbo; fijé la mirada en ambos ya que la distancia que los separaba no era mucha en términos espaciales cuando surgió un tercero, exactamente por el mismo punto por donde lo habían hecho los dos anteriores: “esto sí que es extraordinario”, pensé, “parece una autovía por la que transitan a la misma hora -eran las 21.15-, como si fuera hora punta en una gran ciudad”. A los tres primeros siguió después un cuarto, un quinto, un sexto...y así hasta completar una docena larga de ellos -apareciendo siempre por el mismo lugar al oeste y desapareciendo por el este- cuando consideré oportuno recogerme en casa. Me alejé rumiando el hecho increíble de que hayamos sido capaces de poner esos ingenios en el espacio -miles desde que en 1957 la Unión Soviética lanzó el Sputnik- y, en cambio, permanezcamos acogotados en nuestras viviendas alrededor de todo el planeta, sobrecogidos por los efectos de un virus del que sabemos poco, ignoramos sus consecuencias y, sobre todo, adónde nos llevarán estas, como empezamos a comprobar desde el día primero de la crisis en la ya lejana -en todos los aspectos- Wuhan. Las aristas de la figura geométrica que estamos componiendo -ahora sólo prestamos atención obsesivamente a una curva- no son exclusivamente sanitarias, como parece que debería, sino económicas, sociales, comunicativas; de medidas con que combatir, solidarias, técnicas, logísticas; la carrera por lograr una vacuna eficaz, la culpabilización, y un sin fin de trastornos que ni siquiera imaginamos de momento. Los 7700 millones de humanos que habitamos el planeta, constituimos un sistema social extremadamente complejo, compartimos un ecosistema común con miríadas de “bichos” (a los que ya nos hemos apresurado a culpar, por cierto) donde las atribuciones de cada uno de nosotros como integrantes de dicha sociedad, no están en absoluto determinadas ni acotadas: no somos un hormiguero, un termitero, un enjambre. Las soluciones que sirven para China no son las mismas que las que las que servirían para Italia, Francia o Alemania. El enfoque de Corea para superar la pandemia en absoluto puede aplicarse en España, Portugal o África -¡ay!, por donde se extiende ya por 47 países, 4000 contagiados y 117 muertos- y mientras esto ocurre seguimos acusándonos de inacción, viviendo jornadas de encierro, buscando formas de contribución para paliar la crisis económica por venir. Mientras aplaudimos en las ventanas a las personas en el frente activo contra la crisis, esta real, y escuchamos hablar de solidaridad, organización, medidas a tomar en común, fronteras -desde el espacio, donde hemos puesto aquellos satélites, no se ven- y estados imaginarios que no serán alcanzados por virus alguno si toman las medidas adecuadas, correctas, “las buenas”; no como otros, que ahora se ven en esta por no actuar, “como era debido”. Tenemos cientos, miles, millones de organismos -O.N.U., O.M.S., F.M.I, O.E.A., U.E., M.S.F., O.P.E.P., N.A.T.O. ...- que forman parte de un sistema común y organizan nuestras sociedades, nuestros destinos, nuestras vidas en suma; viéndose superados ante un problema microscópico que afecta o afectará a toda la humanidad, para el que ninguno de ellos tiene otra respuesta que la de “lavarse las manos”, como Pilatos. Y esta, que parece irónica, una frase hecha y de mal gusto en las circunstancias actuales es, de momento, la única solución que se nos ofrece desde esos organismos expresados en acrónimos, que tan rimbombantes suenan en condiciones normales. Vemos con perplejidad como algunos Estados del selecto club del que formamos parte, el Club de los Estados Ricos, de los que hacen siempre lo que se debe hacer, recomiendan “lavarse las manos a menudo, concienzudamente. Y permanecer a cubierto”, hasta dentro de quince días, en que ya iremos viendo.

Palabras como colaboración, solidaridad, altruismo, generosidad, se escriben a menudo en minúsculas, pero cada una de ellas es capaz de englobar por sí sola a todas las demás grandes siglas que organizan nuestra cotidianidad, las únicas soluciones posibles y contrastadas frente a las grandes crisis en que nos hemos idos metiendo desde que habitamos esta pequeña bola azul.

Por cierto, ¿la imagen de la foto no les recuerda a otra? Esta representa todo lo que hemos ido poniendo ahí arriba desde finales de los cincuenta: los satélites que facilitan nuestra vida y, ...un guante, una tuerca, un panel solar, una herramienta, un brazo mecánico, un...

(1) Es sencillo conocer los satélites y sus nombres. En Internet figuran varias aplicaciones que posibilitan el seguimiento exacto de los astros celestes. Son de carácter gratuito y muy intuitivas. Yo utilizo Stellarium.

Comentarios