8M2020


Hoy sólo algunas personas conducidas por una ceguera necia y cerril, parecen no querer darse cuenta de estar asistiendo a las dos revoluciones más trascendentales en la Historia de la Humanidad: la Revolución Feminista y la Revolución Ecologista. Ambas lideradas por mujeres. Manifestaciones con carácter reivindicativo que existen ya en el mundo occidental desde finales del siglo XIX en el primer caso, y desde mediado el siglo XX en el segundo. Ninguna de ellas parece recién llegada, por tanto. Tal vez la diferencia con el pasado sea, en mi opinión, que mujeres de todas las edades y condiciones sociales se han echado abierta, reivindicativa y festivamente a las calles con el objetivo de poner término a la barbarie que supone el terrorismo doméstico y la desigualdad en un caso, y la pérdida o grave deterioro de recursos vitales como el aire o el agua, en el otro.

El primero, la muerte de las mujeres a manos de sus parejas, sólo en España, se cobra cada año entre sesenta y setenta mujeres que, sumadas a todas las víctimas habidas desde que se contabilizan -¡año 2003!- constituyen más de un millar -1033, a 5 de diciembre de 2019-, 165 más de las que asesinó la banda terrorista ETA desde los años sesenta del pasado siglo hasta su disolución, 868 personas. En ese contexto, no parece extraño entonces llamarlo terrorismo, y no violencia de género, o violencia machista, o cualesquiera otras zarandajas o eufemismos con que quieran disfrazarse los tozudos hechos en nombre de alguna macabra ideología o pensamiento retrógrado y reaccionario. Las mujeres son asesinadas. Las matan sus parejas: hombres. En ocasiones también a los hijos de ambos. A menudo en su presencia. Y este debería constituir el primer problema nacional en cualquier país civilizado, por encima del paro, la corrupción política, la seguridad vial, el coronavirus o la clasificación para la Eurocopa. Como en su día lo constituyó la actividad asesina de la banda terrorista ETA.

En el caso de la Ecología, la lucha por la defensa del Medio Ambiente, la revolución viene también de la mano de otra mujer. No en su origen, desde luego. Pero sí con fuerza renovada, de un tiempo a esta parte, a través de las campañas que la joven activista sueca Greta Thunberg y el movimiento que abandera -Fridays for Future- ha sido capaz de trasladar a una capa de la sociedad durante algún tiempo alejada del tema: la juventud preocupada, la que da nuevo estímulo y continuidad a las antiguas reivindicaciones: “no hay plan B, no hay segundo planeta, la polución mata”. Los efectos de la contaminación del aire sobre las personas están hoy cuantificados y sus efectos son más dañinos que las guerras, el tabaco y el alcohol juntos. De manera que, o hacemos algo y lo hacemos pronto, o el futuro que nos aguarda - a todos, no sólo a los jóvenes- es siniestro. Movimientos como WWF o Greenpeace, con ser anteriores en el tiempo, reconocen el impacto en los medios y en la concienciación que ha insuflado la joven Greta con sus protestas, plantes y conferencias. Ha venido a revolucionar y dar empuje renovado a viejas reivindicaciones que inciden sobre la idea de Marshall Mcluhan: “en la nave espacial Tierra no hay pasajeros, todos somos tripulación”.

Mujeres. Mujeres al frente de causas de todos. Mujeres de ahora que toman el testigo de las mujeres de siempre -sufragistas, feministas, abolicionistas, indigenistas...y un largo etcétera de agravios cometidos contra las mujeres a lo largo de la Historia. Demandan, además, el concurso de los hombres en condición de iguales -no como postulan con intención malsana quienes califican de “feminazis” a las feministas, o entienden las legítimas reivindicaciones de la mujer como supremacismo femenino- para construir entre todos una sociedad más justa, libre, culta y saludable. Nos piden, en definitiva, que no nos hagamos a un lado y nos sumemos a su lucha, nuestra lucha. El resultado será mejor para todos si compartimos la ayuda en el hogar, en la dependencia, en las aspiraciones profesionales de nuestras parejas, la crianza de los hijos y la actitud frente al sexo: de manera abierta, desprejuiciada, liberada de la carga de una virilidad mal entendida que deja en manos del hombre la responsabilidad de alcanzar orgasmos propios del cine de Hollywood, considerando a la mujer sujeto pasivo. El sexo, como maravillosa estrategia de reproducción y/o gozo que la madre Naturaleza pone a nuestro alcance -tanto en pareja, como individual o colectivamente, consentimiento de por medio- sería el complemento perfecto a lo antedicho. Si además se tiene la fortuna de poder unirlo al amor, rozaremos lo sublime.

Desde mi punto de vista, lo expuesto no parece demasiado radical, y desde luego, como hombre que aspira a serlo más en compañía de las mujeres, intentaré estar atento para tratar de desaprender el machismo subyacente a mi educación y actitudes. En cualquier caso, ¿qué perdemos? Lo contrario ya se ha probado durante siglos, milenios...y la cosa no ha ido -no va- demasiado bien. Parece poco inteligente continuar por la misma senda.

Confío, además, en que la suma de ambas revoluciones -Feminista y Ecologista- contribuya a socavar los principios sobre los que está asentada la sociedad patriarcal y capitalista que, inevitablemente, nos arrastra hacia la injusticia y la pérdida irreversible de los recursos naturales con que hemos venido contado como especie desde que salimos de las sabanas africanas, hace ya millones de años.

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