Mayo 6: Urdaibai: Bermeo-Arteaga.

Cabos del norte de España: Machichaco en Vizcaya, Ajo en Santander, Peñas en Asturias, Estaca de Bares y Finisterre en La Coruña... y así hasta completar toda la península. Lo mismo con los ríos y sus afluentes, las cordilleras y sus picos más elevados, los países del mundo y sus capitales; las reglas gramaticales, los reyes godos (!), etcétera. Cantándolos a coro en el aula, de esa manera enseñaban en la escuela en los años setenta del siglo pasado. Me viene a la memoria al rodear, literalmente, el faro del cabo Matxitxaco para alcanzar Bermeo. Lo único que ha cambiado es el nombre del cabo: ahora se escribe con "tx".

La isla de Izaro recuerda, no es novedad, a un barco navegando frente a los embates del mar. Ante él, el peñón tras el que se oculta Elantxobe, el acantilado con el que chocará sin remedio de continuar al mismo rumbo, el cabo de Ogoño. Una fantasía que elaboramos en nuestra imaginación, pues en realidad fue la isla la que se desgajó del cabo hace millones de años.

Cualquiera soñaría con vivir en un lugar así —al menos en los meses más cálidos—, pero no es posible, el pequeño edificio es una cetárea. Dentro está hueco y lleno de humedad, las mareas lo inundan durante su ciclo para que los mariscos se desarrollen en su interior. Los humanos enseguida echaríamos de menos "comodidades" como el agua, la luz, la calefacción, internet o el aire acondicionado... Mejor que lo habiten los mariscos.

Higueras, nogales, castaños, cerezos, bambúes; pasto por doquier, pastores eléctricos; buganvillas suspendidas de entramados de madera y caña. Vides en altura. Con todo, la campa atlántica, uno de los elementos fundamentales del paisaje tradicional de Urdaibai, constituido por los prados de siega, los cultivos forrajeros, las huertas y los setos que los delimitan, constituye el eje de la vida del caserío. Pero, debido al paulatino abandono de las tareas agrarias, la campiña está siendo sustituida por las plantaciones forestales de pinos y eucaliptos, perdiendo su carácter de explotación tradicional y sostenible: la demostración es que ha llegado hasta nosotros con el transcurso de los siglos. 

La construcción de emparrados sobre pilotes de madera o piedra para cubrir los caminos data de mediados del siglo XVIII. Fue un acertado invento gracias al cual se ganaba terreno de cultivo para la vid, que quedaba a salvo de la humedad del suelo, al tiempo que se daba sombra y cobijo al transeúnte.

Una nota histórica al pie de una calzada real a su paso por Urdaibai:

«El apelativo de real le viene dado porque por ella transitaron las comitivas de los sucesivos monarcas castellanos que habían de cumplir el protocolo de juramento de los fueros para recibir el título de señor de Vizcaya, dicho título pasó a ser heredado por la monarquía castellana en el siglo XIV al casarse doña Juana Manuel, señora Vizcaya, con Enrique II de Castilla.

Isabel la católica en 1483, Fernando el católico en 1476, Enrique III o Enrique IV son algunos de los monarcas que recorrieron esta "ruta juradera" a través del señorío. Las comitivas accedían al interior de Urdaibai y descendían la Vega de Oca para celebrar un acto protocolario de juramento de los fueros, en la iglesia de Santa Eufemia de Bermeo».

Demasiado a menudo, pensamos que la vida ha sido siempre como la conocemos, que gira en torno a las mismas capitales. Bermeo era un sitio a tener muy en cuenta en la Alta Edad Media o el Renacimiento.

Ocas, patos, pavos, cabritos, gallinas, ovejas al lado de un pequeño arroyo junto al nido de una cigüeña. Un hombre joven aguarda, parado sobre su bicicleta y con los pies en el suelo, a que "algo" se concrete. Es una situación extraña. Salvo que en el asiento trasero viaje su hijo de dos años, a quien, ojiplático, no tiene forma de arrancar de allí. «¡Todos los días venimos, al menos media hora!», se queja el padre sin mucha convicción.

Por la mañana, en el parque principal de Bermeo, frente al casino, dos mirlos se persiguen uno a otro dando vueltas en círculo. Me cuesta comprender el motivo de tal persecución, hasta que reparo en la "mirla" que espera paciente en medio del círculo que realizan; de plumaje marrón oscuro, no tan negro como el de "ellos", sin orlas anaranjadas alrededor de los ojos, aguarda a que los machos resuelvan el conflicto de cortejo. Después de quince o veinte vueltas, todos se van a otra parte y me dejan con la intriga de saber qué macho se lleva a la "mirla" al nido o, mejor, "cuál de los dos machos es el más capacitado para los propósitos familiares, a saber, el empolle y sostén de los polluelos". La "mirla" manda.

Entre los lodazales de las marismas de Urdaibai ocurre otra tanto con los patos: el macho persigue a la hembra incansable por los ribazos de la ribera hasta que esta accede —o no—, al cortejo. La naturaleza se expresa a cada paso y es un placer estar presente. 

Urdaibai sufrió también intentos de desecación en favor de la industria y la agricultura. Por tratar de hacer de esta una zona más productiva según criterios económicos del siglo XX —producción de mosquitos y enfermedades palúdicas fueron los argumentos esgrimidos —, fue aterrada una amplia zona destinada al cultivo de huertas hasta quedar fuera del influjo intermareal. Se instalaron astilleros y  tejerías; estas últimas, debido a la proximidad de las vías del tren que atraviesa la reserva. Entonces, los criterios de sostenibilidad, medio ambiente o convivencia con otras especies no formaban parte de la ecuación vital. Hoy se pretende instalar, en esta reserva de la Biosfera, una sub-sede del museo Guggenheim de Bilbao: se ve que no aprendemos. Todo ha de medirse en términos de productividad.




Comentarios