Mayo 14: San Sebastian-Pasaia

No sobrevivirás al sitio de San Sebastián,

al asedio interminable de sus calles.
Se estrecha el cerco en las afueras,
del otro lado el mar:
No sobrevivirás.

Oh transeúnte de la inopia,
Oh inútil transeúnte
de una muy otra ciudad.

¿No ves que allá a donde vayas
te llevas contigo
el infierno de tu intimidad?

Por eso tanto da, lo mismo aquí que allá

Rafael Berrio

No me es posible recorrer la ciudad que el músico y poeta amó tanto sin llevarlo a cada paso en la memoria. Busco inútilmente los rincones que pudieron inspirar sus canciones y no los encuentro; pues, salvo en algún poema donde se desnuda explícito, él, que tanto defendió el pudor —hablo de La lluvia, que no musicó, donde describe calle a calle una vuelta a casa ebrio desde alguna tertulia o encuentro para acabar en brazos de la melancolía que caracterizó gran parte de su obra—, no menciona sino su vivencia en ella, su vasta hondura poética nutrida de lecturas e impresiones personales frente al paso del tiempo y la huella que este deja en el alma. Sí cita, en cambio, a los amigos, los vicios, la familia, los amores que llegan o los que nunca se alcanzan, pero, ay, se anhelan; los sueños incumplidos, el placer o el fracaso de la pérdida; A Los santos mártires yonquis [del jaco de los años buenos]; a los amigos muertos y a los objetos —Inanimados— que los traen de vuelta a traición con cada mirada que les dedicamos. Una catarata de emociones que, uno quiere pensar, se han fraguado en alguna de las plazas que transita, a la sombra de alguna terraza distante del cada vez más turistificado centro; o en algún café o taberna del barrio de Gros del que sería vecino anónimo, pues, la "bohemia y el autor de culto sólo dan para vino malo", como dejo dicho. Salvo en el citado poema, no menciona que yo sepa, siquiera de pasada, el espacio que habitó y le habitó: Donosti, San Sebastián. De modo que es inútil buscarlo en otro lugar que no sean sus canciones y poemas, o en el cementerio de Polloe, donde su viuda, Gema Amiama, habilitó para acoger sus cenizas un columbario que la joven administrativa de la oficina del cementerio me indicó diligente y con sonrisa cómplice. «¿Quieres visitar a Rafa, no es así?» En cuanto a que se convierta en lugar de culto para sus admiradores, Gema señala: «La gente que haga lo que quiera [...] esta placa la he puesto porque a Rafa le hubiera gustado, creo yo, dado que le gustaba visitar las tumbas de la gente a la que admiraba». Como reza la estrofa de una de sus canciones y ella escogió para él a modo de epitafio:

             Así que cambios a mansalva,

             y eso es todo,

             eso es todo en esencia.

Descanse en paz, Rafael Berrio.

Emprendo camino a Pasai Donibane, Pasaia, Pasajes de San Juan o Pasaje de Fuenterrabía, como se ha venido denominando al pueblo desde el siglo XVIII hasta hoy. La empinada cuesta que deja atrás la playa de la Zurriola y el barrio de Gros consigue que apele a santos en los que no creo. Por fortuna, y una vez superada, el paisaje que se despliega ante mí es de una belleza abrumadora: una sucesión de túneles de umbría vegetal con olor a selva y salitre marino. Tan bellos, que el sendero resulta demasiado corto cuando alcanzo la punta de flecha que forma por su entrada de babor el puerto de Pasaia. A estribor, han levantado un espigón que penetra en el mar y lleva escrito al costado PRESOAK ETXERA AMNISTIA, para conocimiento —y espero que absoluta indiferencia— de los cientos de barcos que entran y salen de él cada año. Más afortunada es, en mi opinión, la repintada que figura a pie de la linterna de estribor: GONA ETA (mini falda) [Gona, es "la falda" en euskera], demostrando que aún queda ironía en alguna parte del pueblo. 

No es fácil describir la abrigada ría que guarda en su interior un puerto capaz de albergar grandes mercantes, barcos ro-ro, e incluso veleros de varios palos o naos y buques de línea como los que acogió en el pasado, cuando Paret lo pintó desde la orilla de San Juan. Dejó San Pedro a un lado y reflejó al menos siete naos de dos palos con sus gallardetes al viento, constató la importancia que ya entonces tenía este puerto. Como era usual en sus pinturas, describió a pie de agua una escena galante donde tenía lugar un cortejo, o un grupo de remeras (bateleras) se afanaba en su trabajo. Entonces, el trabajo de acercar los barcos al interior de puerto, así como los tránsitos de mercancías entre una y otra orilla, estaba a cargo de las mujeres en exclusiva. En nuestros días, la tradición se representa en la trainera femenina de Pasajes, de la que tan orgullosos están sus habitantes. Ese trabajo lo hacen hoy los motores de los barcos auxiliados por el práctico, pues la entrada es tan estrecha —apenas cien metros navegables entre una y otra orilla— que se hace necesaria la presencia de un gran semáforo encima del monte Jaizkibel para regular la entrada y la salida embarcaciones de gran eslora. 


Un detalle en la pintura: sobre una de las embarcaciones se aprecia la "nueva" bandera de España, en curso desde 1785 e implantada sólo un año antes, tal vez representaba un guiño que el autor hacía a la persona que lo había desterrado, en un intento de reconciliarse con su patrón en ese trabajo, el rey Carlos III.

No sería justo dejar Pasaia sin mencionar San Pedro, Lezo o Errentería en cuyas orillas, bastante más feas que San Juan, se asienta su industria mercante. En San Pedro se halla el astillero Albaloa que se ha propuesto como reto reconstruir, con las mismas técnicas y herramientas que se usaban en el siglo XVI, la nao ballenera San Juan, naufragada en aguas de Terranova/Tierranueva en 1565. Este verano, tienen previsto echar el casco al agua. Sobrecoge ver, asentado en la grada, ese prodigio de tenacidad y tarea común: la nave apareció en 1985 en aguas de Red Bay (Canadá); los arqueólogos subacuáticos de ese país la reflotaron, llevaron a cabo un minucioso estudio de cada una de sus piezas, y la devolvieron de nuevo al mar. Ese estudio ha servido a los carpinteros de ribera vascos para llevar a cabo su labor de reconstrucción más de cuatrocientos años después. Enhorabuena a todos ellos.

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