Mayo 1: Vigo-Bilbao
Burgos verde desde el tren. El mundo recién lavado. Trigos, carrascas y chopos renacen entre campos y colinas como si fuera el primer día en el planeta.
Una señora mayor viaja a mi lado. Coloca los pies en el soporte, enlaza la manos en el regazo, se toma unos cacahuetes cuando llega la hora del aperitivo (ofrece) y, poco más tarde, ataca el bocadillo con una botellita de agua; tras una breve siesta, un café ("antes no me gustaba, pero me acostumbré y ahora..."). Esa es la única vez que se levanta de su asiento. Pide permiso para salir después de varias horas de viaje. No mira el móvil no escucha música. No lee o ve películas como el resto del pasaje. Se limita a mirar por la ventana y observar paciente el paisaje. Viaja a Tarragona desde Ourense. Cuando me apeo en Vitoria, luego de ocho horas de trayecto, a ella aún le quedan otras tantas que llevará con idéntica serenidad, estoy seguro.
Miranda de Ebro. Enormes, inquietantes campos fotovoltaicos hoy cuestionados tras el reciente apagón del 29 de abril. Las fuentes energéticas frente a los intereses especulativos de sus productores. Lo mejor es jugar todas las bazas como hace Iberdrola: su colosal sede de cuarenta y una plantas preside el centro de Bilbao, desde allí se distribuye gran parque de la energía que consumimos...y pagamos.
En la película El 47 un guardia civil charnego mantiene su mezquino estatus de ciudadano solo una pizca más acomodado que sus paisanos recién llegados del terruño. Otro tanto ocurre con el negro de origen camerunés que protagoniza la película La Isla de Los faisanes: una vez alcanzan cierta condición, un grado de bienestar por pequeño o endeble que sea, temen perderlo: este es siempre mejor que la miseria del recién llegado. ¿Por qué exponerse entonces, arriesgarse, tomar partido por los que llegan y son como uno era si con ello puedes perder esa pequeña cuota de bienestar que tanto has luchado por alcanzar? Es lo que plantea La Isla, ocurre entre Irún y Hendaya, el destino de esta caminata.
Ya en Bilbao, asisto al lamentable espectáculo de un aficionado que se saca la "chorra" y mea en la calle, frente al resto de la hinchada. Se disputa el encuentro Bilbao-Manchester y en La cantina de Miguel, bilbaíno de origen cubano que se toca con camiseta y chapela roja igual que el resto, soporta, junto a su mujer cubana como él, con gracia y salero, a una afición que consume (y paga) sin cesar antes del encuentro. Adultos, niños, madres, abuelos, todos participan del entusiasmo colectivo (pacífico y hasta simpático, todo sea dicho) de la "celebración". Bien borrachos antes de que comience el encuentro, cantan triunfantes alirones seguros de su triunfo. En el interior, suena Rosalía: Despechá. Igual acabarán ellos dos horas más tarde, aunque todavía no lo saben.
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