Tramo 3, etapa 9, Camino del Cid: las tres taifas, Salinas de Armallá-Megina

En otra entrada hablaba de Tierzo y sus instalaciones deportivas y de ocio, parecía haberles tocado la lotería, me decía. Les tocó, en forma de diputada provincial por el partido socialista; Ana Fabián, diplomada en enfermería, alcaldesa de Tierzo (sin remuneración, dice su perfil), afín a Pedro Sánchez, hoy ocupa la Secretaría Provincial de Sanidad en la Ejecutiva Provincial del PSOE. En fin.

Es una pena que esta señora no tenga alguna responsabilidad en cuanto a la señalización del Camino del Cid, vista su eficacia y celo profesional, mejor nos iría a todos. Y es que el Camino, a su paso por tierras de Guadalajara, deja mucho que desear en cuanto a señalización: los hitos y marcas o no están o son escasos o no son repuestos y mantenidos cuando son derribados. Esto causa un gran trastorno a quienes hacemos el camino a pie, obliga a dar vuelta tras haber caminado un kilómetro o más en una dirección, y eso escuece. O bien ir a parar a lo alto de un cerro con un barranco debajo donde se halla el pueblo de destino, junto a una estación de telefonía. La opción entonces es jurar en Arameo y acordarte del señalizador. Por eso considero que los trabajos -cualquiera- han de hacerse con diligencia o no hacerse. Hoy pienso en la señora del Pobo de Dueñas que casi me rogaba que diese parte de todos los errores de señalización. He dedicado la jornada a ello. Así que me aplico el cuento, no fuera a ser que, por un exceso de entusiasmo en mis palabras, los caminos se llenasen de viajeros con falsas expectativas.


Las salinas de Armallá son testigo mudo de un tiempo donde la sal tenía un importantísimo valor comercial, estas se explotan desde la época celtibérica, alcanzaron su apogeo entre los siglos XI y XIII. Su dominio orientaba las actividades de conquista. Y es durante el reinado de Calos III cuando el Estado se hace cargo de su explotación. Después aparecieron los frigoríficos y las necesidades de conservación de alimentos se suplieron con estos. Esas bellas instalaciones industriales -de altísimo valor ecológico- quedaron condenadas a la ruina.

En Terzaga languidece un viejo mastín en el interior de una nave, cuando paso me ladra, lo hace desde una afonía crónica: ha ladrado tanto sin sentido que ya ni fuerzas tiene. Da una pena infinita pensar en su vida amarrado a una cadena. El canalla de su propietario merecería lo mismo en una posible vida futura.

También en Terzaga, un vecino ha decidido hacer una exposición permanente de cacharricos para labrar el campo en el interior de su jardín. Estos son de principios del siglo pasado. Creo que el afán por mecanizar las tareas productivas del campo viene ya del Neolítico, tan duras han resultado siempre.

Este es un pueblo tranquilo, al pie de la sierra, con un conjunto de viviendas armónico y bien rehabilitado en su conjunto -no abundan-, allí me encontraré al compañero Pascual, treinta años trabajando para Telefónica en las contratas: "aprobé para mecánico y para celador, pero no me cogieron por la vista. Después me tiré toda la vida trabajando para ellos". Todavía parece resentido. Hoy repara su casa con la ayuda del albañil de la zona, que es de Tierzo. Por eso sabré lo de su diputada

Camino a Megina asciendo un collado con un desnivel asfixiante, sin apenas marcas, por supuesto. En lo alto me sorprende una familia de corzos en mitad de un sabinar, me siento ajeno a esta su casa. Me agacho y hayo un fósil con forma de caracol a 1200 metros de altura, alzo la vista y la paseo alrededor de toda la zona de valles y pinares, no me es posible imaginar toda esta zona cubierta de agua en un pasado remoto.

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