Tramo 3, etapa 10, Camino del Cid: las tres taifas, Megina-Orea

Un día malo en la oficina.

Así titulo, jurando y perjurando contra el diseñador de esta etapa del camino. Me prometía un día tranquilo, apacible, caminando despacio entre los álamos y pensando en mis cosas, cuando me he visto sometido a una jornada rompe piernas, como en el ciclismo. Un constante sube y baja entre los cerros que separan Megina de Orea por caminos de cabras y bosques de coníferas, que me han hecho echar el resto, así, aunque la distancia apenas llegó a los veinte kilómetros, el esfuerzo fue agotador.

A cambio, pude contemplar el río Cabrillas, un afluente del Tajo, en gran parte de su recorrido, cuando discurre emboscado y salvaje entre altas peñas y bosques que abre con su cauce obstinado. Lo he visto desde lo alto de los pinares y he descendido hasta su misma orilla, para lavarme en su curso y tomar agua con la cantimplora hasta quedar henchido, espero que mis intestinos se comporten.




Un río es mucho más que un río, arrodillado humildemente en sus orillas, son todos los ríos de tu vida. Desde aquel primero de la infancia donde te lavaste la cara y los dientes en un campamento de verano: el agua bajaba helada y el caudal estallaba con fuerza entre las piedras; el rumor de los árboles a esa hora temprana, la débil luz que se filtraba entre ellos hacia lo umbrío del bosque, los cantos estridentes de los pájaros, el graznido inquietante del cuervo -la naturaleza, en fin, expresándose en toda su intensidad- te sorprendían vestido con un pantalón corto y una camiseta ligera temblando de frío, la jabonera en una mano, el cepillo de dientes en la otra, la toalla al cuello, ese era todo el aseo matinal. Se completaría al finalizar la jornada con el baño en las pozas, la temperatura del agua apenas había ascendido unos grados, pero debíamos bañarnos igualmente, más que una obligación constituía una prueba de honor, de pertenencia al grupo, una forma ruda de socializar, de aceptar y ser aceptado. Desnudos o en bañador nos lanzábamos al agua sin pensarlo demasiado, conjurando el miedo para rebrotar del fondo con el sabor único del agua de río en los labios, asegurando a los compañeros: "está muy buena", para salir al poco a través del limo a la orilla, donde aún calentaba el sol con fuerza y permitía tumbarse en la hierba y, aún aterido, ver pasar las nubes esponjosas del verano sobre nuestras cabezas infantiles.

No es extraño que el curso de los ríos, su fluir lento y continuado, se comparen con el flujo de la vida.


Hay moáis en Chequilla, grandes rocas antropomórficas de roja piedra arenisca que la intemperie, el viento y la lluvia han ido dando forma hasta parecer guerreros vigilantes en los campos de labor, en la cara abrupta de los barrancos e incluso, asimilados, en el centro del pueblo y sus calles. Más tarde, cuando deje atrás Chequilla y la contemple de nuevo desde lo alto de un cerro, comprenderé que es el pueblo de Chequilla el que se ha asimilado a los moáis y no a la inversa; las viviendas que lo conforman parecen haberse desgajado de la montaña y disgregado por la llanura hasta los sembrados: la montaña ha parido un pueblo.


Y entre bosques, de nuevo llegaré a Checa; ya el nombre produce escalofríos, rememora los centros de detención y tortura republicanos. En sus calles ni un alma, mejor dicho, dos. La una pasa embozada y apenas saluda -no lleva mascarilla- y la otra asegura no ser de allí cuando le pregunto por un lugar donde comer algo. En una fachada observo el escudo del aguilucho apenas encalado, dejándose entrever bajo la pintura, como un borrado a regañadientes. Es lo que acaba de decidirme a dejar atrás Checa y caminar de nuevo sobre los cerros como una cabra más; en el cielo buitres y rapaces, sobre la tierra coníferas, ovejas y este contrariado caminante.

Mañana cambio de comunidad autónoma, de Castilla la Mancha de nuevo a Aragón, las nuevas normas de confinamiento tal vez me impidan entrar en Bronchales (Aragón); harían mal, llevo los pulmones más limpios de toda la región, y una deuda impagable con quién diseñó la etapa.

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