Tramo 4, Etapa 2, Camino del Cid, La ciudad soñada: Teruel-La Puebla de Valverde

La entrada a Puebla de Valverde, destino final de esta primera etapa, me sorprende con la curiosa imagen que ilustra el texto: la llegada inminente de otro de los productos del profeta Elon Musk, esta vez en forma de energía. Tiene sentido. Si construye coches eléctricos a precios de infarto, es lógico que nos provea también de aquello que los hace funcionar. No hace mucho que nuestras autoridades han tenido a bien informarnos de que la mayor parte de la energía eléctrica que consumimos procede de la quema de gas, a pesar de las recomendaciones y protocolos climáticos. Claro que, basta revisar algunas de las cosas que cargo en la mochila para caer en la cuenta de la dependencia que tenemos de ese consumo: ordenador portátil, teléfono móvil, una batería extra; GPS con su cargador y batería, más todos los cables que dichos sistemas llevan aparejados y facilitan la escritura de esta crónica, además de evitar que me pierda en el monte. Poco que objetar pues.

Unos cientos de metros antes de alcanzar los surtidores de Tesla se levanta un enorme edificio. Anexo a este, un restaurante cerrado en estas fechas da la impresión, por sus cuidados jardines y amplio aparcamiento, de ser un lugar donde pasar un rato agradable. Pero nada en el texto tendría sentido de no ser por el nombre y logotipo de los dos: Aire Sano Experience se denomina el conjunto; un cerdito con alas que vuela directo hacia el cielo —y parece contento por ello—, es la imagen de marca. La empresa se dedica al secado de jamones con una mano y a la restauración con la otra. ¿Ingenioso, verdad? En el aparcamiento, frente al secadero, una veintena de vehículos esperan a sus propietarios —entiendo que empleados de la factoría—, ninguno lleva el emblema del magnate en el capó. Pero, “¿acaso no es el jamón otra forma de energía? ¿Lo sabrá el bueno de Elon?”, pienso para mis adentros estomacales. Si acude a la inauguración de los surtidores, seguro que alguien le informa y le da una vuelta al tema. ¡Al tiempo!

Hoy todo remite a la energía. La senda que recorro, reconvertida en Vía Verde, fue a principios del siglo pasado una vía férrea que enlazaba Teruel con Sagunto. Se construyó en paralelo a la de pasajeros por dos empresarios vascos (convocando una vez más al tópico), para el transporte de mineral de hierro entre esta provincia y la localidad mediterránea. La Primera Guerra Mundial primero, y la guerra civil después, dañaron mucho la infraestructura debido a los constantes bombardeos que sufría. La fueron reparando hasta 1972 en que quedó definitivamente unida a la otra y la empresa dio en quiebra. Esta arrastró a los mineros que dependían de ella y se vieron obligados a emigrar. Esta mañana tomo el bocadillo —jamón de Teruel, claro— sentado junto a la que un día fueron las vías y escucho el rugido del tráfico procedente de la autopista que lleva a Valencia. Más allá, la vía del tren a la que hubieron de unirse finalmente los vascos para salvar los muebles. Mientras recibo un sol radiante en el rostro, me pregunto cuánto tiempo habremos de perder hasta dar con una forma de suministro limpia y eficaz. Barata nunca va a ser, siempre intermediará alguien.

Para llegar hasta La puebla he atravesado bosques de pinos que crecen sobre arcillosa tierra roja. En las cortadas que han dejado las antiguas vías, se aprecian las piedras que usaban en la Edad Media para elaborar el mortero con que alzaban sus edificios. Materiales baratos, procedentes del entorno inmediato, combinados con inteligencia y mucho arte, ese fue el legado que nos dejaron. Aunque seguramente no estaba en sus planes, ahí siguen sus obras: bellas y orgullosas.


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