Elche: TRAMO 5, ETAPA 9, CAMINO DEL CID: LA DEFENSA DEL SUR

Decidí hacer noche en Novelda para visitar su Museo Modernista, espectacular vivienda encargada por doña Antonia Navarro Mira al arquitecto Pedro Cerdá. La decisión supuso alterar planes, reservas y logística, pero mereció la pena. La casa -cualquier denominación se queda corta-, de cuyo aspecto uno puede hacerse una vaga idea accediendo a su página web, es un excelente ejemplo de arquitectura modernista en perfecto estado de conservación. Todo en ella es asombroso: el elegante patio ajardinado entre columnas y plantas trepadoras, las hermosas vidrieras de las claraboyas, la escalera de caracol comunicando alturas; la decoración de paredes y techos con escayolas y estucos: frescos con motivos femeninos envueltos en naturalezas idealizadas; azulejos, pomos, interruptores de luz; magníficos suelos decorados con baldosas hidráulicas o maderas nobles que parecen haber sido instaladas ayer, todo contribuye a la total armonía y lujo de cada estancia. Un lugar, en fin, que refleja el poder de la burguesía rural de final de siglo XIX y primer cuarto del XX. Aunque no es el caso de doña Antonia (ella heredó un gran patrimonio que más tarde aumentó), e ilustra muy bien la economía de una época y un lugar - Novelda y su comarca- que supo aprovechar la riqueza y oportunidades de su entorno. Hicieron, y siguen haciendo, mucho dinero con el vino y la uva (la tradición de tomar una docena en Navidad partió de una ingeniosa campaña publicitaria para colocar un excedente de producción, pero hace tiempo ya que los racimos se cubren con bolsas de papel para retrasar su maduración y lograr que lleguen en perfecto estado hasta esas fechas). Antes vendían vino a medida Europa, hasta la irrupción de la filoxera, luego supieron reinventarse con la venta de las uvas. Otro tanto ocurre con el mármol que abunda en las canteras del entorno. En sus polígonos industriales conviven varias empresas que se dedican al corte y la venta de este. Aún más atípico es el azafrán y las especias, que aunque no se producen en la zona, han sabido aprovechar su posición estratégica y las comunicaciones para distribuirlos por todo el mundo. Un poderío y una época desaparecida que recrean dentro de una semana en unas Jornadas Modernistas, vistiendo como vestían entonces las personas adineradas, o reviviendo situaciones como el reclutamiento para la guerra del Rif.

Pero mi gran descubrimiento ha sido la figura de Jorgue Juan Santacilia, ilustre científico, ingeniero y marino que vivió en el Siglo de las Luces y fue, junto con el francés Charles Marie de la Condamine, comisionado por el rey Felipe V para medir el arco de meridiano. Acompañado por otro joven guardiamarina (contaban sólo veintiún años de edad), Antonio Ulloa, arribaron a Cartagena de Indias, continuaron a pie hasta Quito y una vez allí, comenzaron a hacer las mediciones que determinaron que la Tierra es achatada en los polos y no esférica como se discutía entonces.  Esta cuestión, que hoy podría parecer baladí, fue y sigue siendo de importancia capital, pues contribuyó a posicionar con seguridad los barcos en el mar y el resultado de esos cálculos dio lugar al cambio de la medida de longitudes, pasando de toesas (la que se usaba entones) a metros. Si hoy nos posicionamos con el teléfono móvil como si tal cosa, hemos de saber que en gran medida se lo debemos a hombres como Santacilia. Él era natural de Novelda, Alicante.

De camino a Elche, me sorprende continuamente la feracidad de sus campos. Si uno observa las peladas, desnudas sierras del entorno, resulta increíble que los valles ofrezcan tal fecundidad. Viñedos colmados de dorados racimos que asoman bajo el extremo de las bolsas de papel que los protegen. Granados que quiebran con sus frutos las ramas de los árboles. Altas tomateras de cuyo interior parten las voces de quienes retiran los que están maduros. Cultivos extensivos de higueras, palmeras, olivos o cualquier otra cosa que pueda crecer una vez regada. Esa es la clave: el agua, pues el sol, la tierra fértil y el clima suave están garantizados. Pero, también abunda una especie invasora, la trajo el turismo y parece dispuesta a quedarse: los campos de golf.  La Comunidad Valenciana ocupa el cuarto puesto con treinta y ocho. Le aventajan Cataluña con cuarenta y Castilla y León con cuarenta y seis (!). Andalucía, se sale de cualquier cómputo con ciento siete (!!!), parece que allí donde más escasea es donde peor se emplea el agua. Al menos, en términos de regadío. 


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