Historias para no contar

Sucesión de cinco relatos en tono tragicómico donde los personajes, interpretados por un fantástico reparto de actores, dan vida a situaciones en las que la mentira se convierte en nexo. Hilo conductor donde la falsedad es motor de una poderosa huida hacia delante.

Circunstancias distintas llevan a los protagonistas de cada una de esas historias a servirse de la mentira, el engaño, o la ocultación para salir de atolladeros en los que ellos mismos se han metido sin saber cómo.

—Una declaración de amor absurda al tiempo que se produce la ruptura con la pareja anterior.
—Una cita “estimulada” —favorecida por una pareja amiga— entre un hombre que acaba de ser engañado por su esposa, y una desconocida a la que conoce de manera casual.
—Una ruptura sentimental entre un hombre maduro y una joven que deseaba, también, romper con él.
—La sucesión de trolas entre tres amigas que coinciden en el mismo casting. Cada una supera a la anterior en falsedad y engaño, aunque sin motivo aparente.
—La confesión un tanto abrupta de una infidelidad que tuvo lugar hace tiempo y da pie a una petición de mano rocambolesca.

Nada se revela al mencionar las diferentes situaciones que se suceden en la película, pues no es el suspense el que las anima, sino los diálogos. Fluidos, en apariencia sencillos, naturales entre los protagonistas de estos cinco escenarios a los que se entra en una circunstancia, y se sale en otra diferente, merced al engaño que se produce durante ese periodo.

Las conversaciones entre los personajes fluyen en un tono donde la naturalidad parece ser dueña del discurso. A la vez, cada uno oculta sus emociones por no desvelar a su interlocutor más que aquello que desea que sepa; como desenlace, todos se precipitarán en una cascada de sentimientos que ninguno puede controlar: se ven superados por la vivencia que han contribuido a crear a través del engaño.

Cesc Gay nos muestra una Barcelona luminosa, elegante, sofisticada, cosmopolita y diversa en la que dan ganas de quedarse a vivir con sus criaturas. Tanto las viviendas que habitan, como los restaurantes que frecuentan, o el espacio laboral conjunto —coworking, se dice ahora—, donde tiene lugar el casting —también selección de actores—, o la discoteca a la que acuden, parecen dispuestos para la felicidad sin cortapisas.

Póker de reinas y reyes intérpretes. Parecen encarnar sin despeinarse a los personajes a los que dan vida. Intuyo que el trabajo va por dentro. Asimilar a estos hombres y mujeres que ocultan su intenciones con tal de no hacer daño a sus parejas o a sí mismos, lleva aparejado un trabajo intenso. A menudo, lo que parece más sencillo es lo que resulta más difícil.

Una pistola en cada mano, también de Cesc Gay y el coguionista Tomás Aragay, puede asemejarse a estas Historias para no contar: en el reparto coral, en la serie de situaciones entre patéticas y tiernas que caracterizan el alma humana, donde no es extraño que nos veamos reflejados.

Estupendo elenco sin reservas — a pesar de la pequeña frustración que supuso no haber reído tanto como hubiera deseado—: Chino Darín, Antonio de la Torre, Javier Rey, Anna del Castillo, Álex Brendemühl, María León, Eva Reyes, José Coronado, Alexandra Jiménez, Alejandra Onieva, Maribel Verdú, Nora Navas, Quim Gutiérrez, Brays Efe, Verónica Echegui, Javier Cámara, Eudald Font, Diego Molina Grau.

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