Tramo 2, Etapa 2, Camino del Cid, tierras de fontera: Hiendelaencina-Jadraque

Hace quinientos años fray Tomás de Berlanga llegó a las islas Galápagos, Charles Darwin apareció por allí doscientos veinticinco años después y aún tardaría cuarenta en publicar su teoría evolutiva. Ni cuando fueron fray Tomás, ni Darwin, ni los corsarios y bucaneros que allí fondearon para hacer agua y víveres -galápagos, básicamente- ni las diferentes armadas, ni siquiera hoy en día, pinzones, galápagos, iguanas y fauna diversa con capacidad de escapar, lo hace. Y es que nunca han conocido depredador hasta que llegó el ser humano y, aun así, después de quinientos años siguen sin haber desarrollado el instinto básico de supervivencia: la huida. No así los innumerables corzos, liebres, conejos, lobos -he visto una pareja-, jabalíes -de estos me han hablado-, que pueblan los caminos. Su instinto es afiladísimo, llevamos milenios diezmándolos por millones, de modo que cuando encuentras alguno, huye despavorido al menor ruido u olfato sospechoso. Imagino las partidas de caza del Cid y su mesnada. En su largo avance, cuando no luchaban, debían pensar en aprovisionarse y conservar. Cazar a menudo, desollar, limpiar, orear, cocinar, ahumar, proveerse para largas travesías a caballo o a pie por lugares inhóspitos, alejados de cualquier civilización, con todos los climas imaginables o bien, dar golpes de mano, practicar algaradas, acosos, asedios y hacerse con el botín ajeno. "La vida en la frontera, no espera. Es todo lo que debes saber", la letra de la canción homónima de Radio Futura parece escrita pensando en ellos; y es que la frontera debía de ser un lugar extremo y peligroso, atroz, donde el riesgo formaba parte del día a día y la necesidad llevaría a estos hombres a crueldades inconcebibles. ¡Cómo no van a escapar los corzos!
Mis reflexiones andariegas me llevan a pensar que aquello que nos rodea, ya sea animal, vegetal, mineral o gas, está comprendido en la Tabla Periódica de los Elementos. Estos, los elementos, forman tejidos o materia inerte, compuestos de moléculas, resultado de la unión de átomos. Los átomos, formados a su vez por partículas subatómicas inestables -salvo los gases nobles- apenas una energía externa los anima: un cambio en la presión, una fuente de calor, o frío, etc. abandonan su frágil equilibrio para unirse a otros átomos formando moléculas más complejas, nuevas formas de vida. En el caso de nuestro héroe, la energía que le empujó a reformularse fue la más cruel: la separación de su familia, la sustracción de sus bienes y el destierro, además del deshonor que ello conllevaba -algo importante entonces-. La cuestión es, ¿qué habría ocurrido de no haber sido desterrado?, ¿hubiera llegado tan lejos?, o es la propia inercia de un hombre de armas la que le obliga a seguir adelante ofreciendo su brazo al mejor postor. A todo estudioso o curioso de su figura y gesta, no deja de sorprenderle que muriese en la cama, a los cincuenta años, una edad longeva para la época.
En mi caso, la energía externa que agita mis átomos y hace que abandone de forma voluntaria mi hogar, mi familia y el confort del sofá y la casa caliente, son las lecturas. Sí, sé que no soy en absoluto original, pero es que una vez leídos, los libros enredan mucho en la cabeza y nos hacen concebir proyectos disparatados. Hay quien los sigue, y hay quien no.
Yo sigo mi andar en dirección a Jadraque. Antes pasaré por la Toba y veré por vez primera en el Camino olivares cargados de aceitunas. ¿Personas? Una. Camina delante de mí por la calle Real, a unos cien metros. Se vuelve debido al ruido que los bastones hacen en el suelo al caminar, o quizá tema algo, no lo sé.  Lo cierto es que intento alcanzarla -es una mujer mayor- acelera el paso y se vuelve de vez en cuando. Yo lo apresuró más, pues es la única persona a la que puedo preguntar por la dirección hacia Medranda, siguiente pueblo en la ruta. A medida que me acerco me parece escuchar una extraña salmodia. Lo corroboro al llegar a su altura, la señora va rezando el rosario. Ni en Comala.

Comentarios