Tramo 2, Etapa 6, Camino del Cid, tierras de frontera: Anguita-Maranchón

Parece que no va a haber un día en que no me equivoque un poco en la ruta, o un mucho, como ha sido el caso de hoy. Es una de las virtudes del camino, a poco que comienzas a andar la cabeza se desconecta y empieza a rumiar pensamientos como si tú no estuvieras allí, como si sólo pusieras las piernas y los latidos a ese organismo vivo que es uno mismo. Entonces claro, dejas de ver las marcas y lo pagan las piernas. La etapa de hoy se prometía cómoda y boscosa.  A la postre, fue larga y por carretera, y gracias que llegué con el ocaso. En mis divagaciones pensaba en los poetas. Nadie como ellos ha sabido contar esta idea confusa que es España. Alberti, Machado, Gerardo Diego, la recorrieron y trabajaron en sus provincias mientras se autopublicaban. Ni se vivía, ni se vive, de la poesía. Así, cuando leo "son tierras para el águila, un trozo de planeta por donde vaga errante, la sombra de Caín" estoy viendo estas parameras que ahora atravieso. Cuando escucho en mi cabeza "España, camisa blanca de mi esperanza, a veces madre y siempre madrastra. ¿Quién puso el desasosiego en nuestras entrañas?, nos hizo libres, pero sin alas" no puedo evitar pensar en el fascismo que se fué y en el que parece querer volver. Acaso no se fuera del todo. 
¿Qué le pasa a esta tierra que enamora fuera y nos envenena dentro? Cuando el altavoz de los medios se dispara, parece que vivamos en guerra permanente, que la crispación sea tal que estemos a punto de coger los fusiles de nuevo. A pie de terreno no se respira eso. La gente habla y tolera con socarronería distante. Se ríe de sí misma, y se va a coger setas después.  Mientras, les inventan soluciones desde las ciudades personas que jamás han puesto los pies en los pueblos: se regulariza el reciclado -contenedor amarillo, verde y azul- en cada pueblo para veinte habitantes censados, viviendo cuatro y mayores de setenta años. Se prohíbe llevar sueltos a los perros peligrosos -imagino a Antonio, el pastor trashumante, con sus tres mastines amarrados-. Doce gallinas picoteando en el patio trasero de la casa, se considera explotación agraria. Control sanitario. Todas las gestiones con la administración, más el pago de tasas, recibos, subvenciones, ayudas y seguros, por internet. Muchos pueblos no tienen cobertura ni para poder hablar, cuanto menos para gestionar nada por la red. Lo increíble es que los vecinos, se quejan, rezongan, ¡pero lo hacen! Respetan las normas absurdas que les obligan a cumplir aunque las cuestionen. Desde la administración piensan, en cambio, en enormes parques eólicos, inmensos campos de paneles fotovoltaicos, explotaciones ganaderas con veinte mil vacas estabuladas, comprometiendo la cuota láctea de todo el noroeste de España y la ruina para todas esas familias. Tampoco se piensa -a lo mejor sí, y entonces es peor- en los purines que esas vacas generarán a diario y en los acuíferos que dejarán. ¡Fracking¡Es la última ocurrencia contra la que toda la comarca protesta como puede: con carteles en los balcones y pegatinas en las marquesinas, ni gente hay para protestar. No existe una solución mágica contra la despoblación, de una parte del país tan grande como Bélgica, pero a las Diputaciones no les faltan ideas. Así, en casi todos los pueblos que atravieso, no falta su parque infantil perfectamente equipado, nuevo, vallado, con sus columpios y su arenero. Pero sin niños. Me imagino la cara de los abuelos al pasar junto a ellos cuando salen a estiran las piernas, hartos de televisión y majaderos.
Cuando abandono el pueblo de Luzón, donde el Cantar dice que Abengalbón, moro de Medinacelli y amigo del Cid, acompañó a los infantes de Carrión y a sus hijas, una señora me gritará: "buen camino, ¡pero del Cid, eh!" La gente quiere creer.
Cuando uno se equivoca en el camino, lo sensato es volver atrás, buscar la marca anterior y no "huir" hacia adelante. ¿No habremos dejado atrás las marcas en esta sociedad rural que ahora queremos componer de forma apresurada?





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