Tramo 1, etapa 5, Camino del Cid, el destierro: Santo domingo de Silos-Huerta de rey

Santo Domingo de Silos, célebre por su monasterio, sus cánticos gregorianos y su vida monástica está de luto esta mañana. Al parecer ha muerto uno de los monjes y esto se traslada de alguna manera a mi ánimo. Me explico. Cuando anoche escribía estas líneas, escuché desde la habitación del hotel como un grupo de mujeres se citaba para el día siguiente a las ocho. La idea era escuchar los cantos de laudes -disculpadme, por favor, si me equivoco- y mentalmente me uní al grupo. Allí estaba a la hora, con los ojos pegados y en ayunas. Tomo mi folleto litúrgico -no sé para qué, está en latín- y me acomodo discreto en un banco posterior. Los fieles van entrando. Los monjes van saliendo. Se acomodan, carraspean, se suenan, se estiran el sayo, irrumpen las primeras notas del órgano y comienzan a cantar todos a una. La bóveda de la iglesia magnifica sus voces: bellas, armoniosas, de timbres diferentes y bien afinados. Cantan los salmos y trato de seguirlos desde el tríptico sin conseguirlo. Nunca he sido merecedor de aquel sobresaliente en latín durante el bachillerato, ahora me doy cuenta, de modo que me concentró en la melodía y trato de que esa espiritualidad y trascendencia que sus voces evocan me llegue de algún modo. No lo consigo. La vista se me va a la bóveda, a las columnas que la sustentan, al juego de sombras que la figura de cristo proyecta sobre el altar, a la balconada que hay sobre este o las tallas de Santo Domingo -supongo- que hay en los laterales. Con el gregoriano me pasa como con el reggae, no me disgusta, pero al segundo tema estoy saturado. De modo que paso al segundo folleto de salmos -este es bilingüe- y comienzo a leer lo que se supone están cantando y entonces el corazón me da un vuelco; la voz melodiosa, la armonía y la afinación se traducen en unos textos que, o bien son vengativos y crueles con aquellos que no comparten la misma fe: "los que buscan mi perdición bajarán a lo profundo de la tierra; serán entregados como pasto a las raposas y el rey se alegrará con Dios"; o bien serviles hasta el paroxismo: "me saciaré como de enjundia y de manteca y mis labios te alabarán jubilosos" o supeditan al Señor todo lo creado: "manantiales y ríos, bendecid al Señor, cetáceos y peces bendecid al Señor". Me parece que he tenido bastante y deseo abandonar la iglesia, pero aún faltan cinco largos minutos y permanezco sentado por respeto. Una vez finalizan los cánticos un monje joven se acerca al altar y recita un texto del evangelio a los Corintios, claro y sencillo, pero que en su engolada y grave voz resulta estremecedor. Me alegro cuando por fin se recogen y podemos irnos. Más tarde trataré de visitar el claustro con Cody. Espero en la larga fila y cuando llega mi turno el hombre que lleva la caja me niega el paso sin mirarme siquiera, con una arrogancia y una soberbia tales, que no son propias de una orden mendicante, como así se declaran. No me molestó que me impidiesen entrar -de algún modo lo esperaba- lo que me hirió fue su actitud, la sospecha confirmada una vez más de, "a Dios rogando..."



Como penitencia autoimpuesta visité el Museo Sonidos de la Tierra, donde se expone una magnífica colección de instrumentos de todo el mundo, algunos de los cuales pertenecen al monasterio, entre otros, castañuelas y panderos. Me pregunto cuando los usarán.

Aún habría de sufrir una segunda penitencia, esta en forma de empinadísima cuesta para abandonar Silos. Cuando por fin logro superarla echando el hígado por la boca me encuentro de frente con Julio Santiago, otro caminante haciendo el de la Lana. Quiere hablar, cambiar impresiones, certificar las maravillas de caminar por España -reside en Reino Unido- y mostrarme sus cacharritos de caminante: GPS, linterna, cargadores, baterías... Él es un caminante profesional -diez mil kilómetros en las piernas- y yo el peor de los aficionados. Ahora en serio, buen tipo, me dio sabios consejos y útiles referencias. "Buen camino, Julio Santiago".

Camino a Huerta de Rey atravesamos pastos y cultivos de cereal entre valles enormes rodeados de barrancos. Un frondoso bosque de sabinas donde comemos y hacemos la siesta. Antes de volver al camino observó a Cody cazar moscas a mordiscos, ¡y alguna pilla!

Ya en Huerta de Rey me asomo al balcón que mira al río en la parte posterior de la casa. Una enorme luna llena de doble halo persigue a Júpiter que a su vez persigue a Antares, en la constelación de Escorpión. Cuando me voy a acostar Marte acaba de aparecer sobre las colinas. Ya está aquí el verano.

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