La vida en suspenso, jornada 48

Jueves 31 de abril

Parece que se afianza la compra de comestibles online, incluso en aquellos mercados donde cliente y tendero se conocen por el nombre, la norma se impone; unos y otros se adaptan —es lo que tiene ser humano—, se comunican vía telefónica: “o que ten cu, ten medo”, dicen en Galicia. Por efecto rebote o porque somos depredadores de/por naturaleza esto enriquece aún más a Jeff Bezos, Amazon, (30.000 millones de dólares más cada mes) cuestionando el modelo de “democracias occidental”, embutiendo al mundo en el corsé del distribuidor mundial único. Hay quién no lo ve igual y reclama —desde las páginas salmón de los periódicos— la asociación entre justicia social y climática, al tiempo que envasa agua en formatos mayores —los pequeños no se demandan ya en guarderías, aeropuertos, oficinas, comedores escolares, ... — y yogures procedentes de leche bretona 100%, Emmanuel Faber, Danone. Yo, por mi parte, con Robe, Puta Humanidad.

Me sorprende la foto que ilustra el artículo de Paul Krugman sobre el reparto del gasto en tiempos de pandemia en los Estados Unidos. En ella se ve a un gerontócrata de pelo blanco, gafas de montura metálica, mejillas colgantes, mirada afilada, corbata roja, pantalón con raya marcada y zapatillas de trekking; camina con paso firme a lo largo de algún pasillo lujoso del poder con la intención de poner en práctica alguna decisión que afectará a millones de personas. Poco tiene que ver el aspecto de este venerable anciano con los elegantes y sofisticados personajes de House of Cards. Si a este señor le relajamos el gesto y lo situamos en algún bosque de su Kentucky natal, no sorprendería, ¿o si?. Esta cuarentena de los nuevos tiempos —en el pasado se entraba en ella cuando iba o venía de algún lugar lejano, hoy no se sale de casa— nos lanza en brazos de las teleseries norteamericanas, mostrando aspectos de su realidad que dan una imagen absolutamente paranoica de ella: GentefiedMindhunter, Unabombomber, Unorthodox, y ahora, Ozark. Echo de menos Fariña.

Una vez más realidad y ficción se confunden en el Congreso. Nosotros, los ciudadanos, más o menos apiñados en nuestras viviendas según poder adquisitivo y circunstancias. Ellos, quienes dirigen nuestros destinos, separados ampliamente por bancadas vacías, bien ventiladas y periódicamente desinfectadas. En su caso Love is not in the air. Al menos podrían ser un poco más empáticos en su imagen personal: qué oportunidad para ver a Pedro Sánchez gastando melenita, a Cayetana Álvarez de Toledo con dos dedos de canas —que no de frente, ella nos gusta así, como es: altiva y desabrida— a Pablo Casado con barba hipster —después de todo no sería tan raro, el verano pasado aún no tenía barba alguna—. El único que se asemeja a nosotros es Fernando Simón, más leonino y entrecano así pasan los días. El pueblo, en cambio, sí sabe estar a la altura, miren si no a Chenoa que ha sido capaz de meterse la tijera.

Luis Enjuanes, virólogo del Centro Nacional de Biotecnología con cuarenta años de experiencia en el estudio de coronavirus, responde al periodista que lo entrevista con dudas, cuando no tiene respuestas concretas; así en la conversación aparecen los quizá, no lo sé, no sabemos, no se ha demostrado, no está claro, ...Nada es afirmado categóricamente —es un científico— consiguientemente se mueve en el terreno de la duda permanente; los demás pontificamos en los bares (si los tuviéramos abiertos). Lo que sí asegura es que “el virus regresará en otoño”, se hará estacional. Se adaptará, como las aves en los antiguos jardines del sultán de Estambul: grajilla, cotorra alejandrina, miná del Himalaya, garza real, cormorán moñudo, ...comen basura de las papeleras, roban pescado en los mercados al aire libre. Se adaptan, como todos.

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