Doble o nada


Miguel Ángel Solá y Paula Cancio interpretan esta obra de tintes dramáticos con resabios de comedia donde se dan cita el amor, el poder, la ambición, la valía profesional, el juego sucio; los techos de cristal, la necesidad de romperlos, la enfermedad, el sexo, el matrimonio…la vida, en fin, de una periodista, subdirectora de la sección digital de un importante medio, y el director de este, quien debe dejarlo en sus manos (o no) por motivos de salud.

Ambos colaboran con entendimiento desde hace décadas. Él, además, se revela como mentor y referente de la joven periodista en los años en que uno ejercía la docencia y la otra estudiaba la profesión. El presente los une. En las manos del director reside ahora la decisión de dejar el medio al cargo de ella, o de la augusta sabandija trepa del encargado de la sección en papel. Conocido de la redacción por sus malas artes, degradar y espiar al resto de compañeros para conseguir sus objetivos más rastreros. Se trata de Batetta, un perro viejo que no dudará en usar sus ruines artimañas con tal de hacerse con el cargo ante el Consejo de Dirección de la empresa.

El director quiere que sea ella quien lleve los mandos del medio en el futuro, pero para ello le exige pelear duro, comportarse como un hombre; “echarle cojones” a su gestión, impregnarse el vientre con testosterona si fuese necesario para ser capaz de sobrevivir en un mundo despiadado, donde los machos y sus prácticas deciden desde los genitales. El periódico es su vida, no está dispuesto a dejarlo en manos de alguien que no se haga merecedor de él. Si es preciso, ha de emplear todos los recursos que estén a su alcance para lograrlo.

En el transcurso de la toma de dicha decisión, ambientada en la austera oficina de la dirección del medio una tarde de lluvia incesante, se harán repaso de los logros y virtudes (o no) de ambos contendientes durante sus respectivas carreras. El director, interpretado por un soberbio Miguel Solá, analizará con detenimiento cada uno de los méritos o deméritos de su pupila, la actriz Paula Cancio, quien defiende con solvencia su papel ante el gigante que tiene enfrente.

El espectáculo, en su conjunto, nos lleva hacia la reflexión, siempre necesaria, de qué es preciso hacer para alcanzar un puesto de relevancia en la cúpula de cualquier órgano de poder tratándose de un hombre o una mujer. Se nos deja entrever a los espectadores que, en el primer caso el juego sucio está justificado, es incluso necesario. En el segundo, ha de adoptarse si se quiere “llegar”. Los métodos de colaboración y respeto por las personas, no funcionan en un mundo marcadamente patriarcal, donde la lucha a muerte por la ostentación del mando se hace fundamental. No revelaré si la mujer se adapta o no a esa servidumbre, tampoco quedan muy claros en la estructura de la trama los móviles de los protagonistas al final.

Lo que sí es patente es el magnífico trabajo de una productora pequeña que interpelará, durante la ronda de aplausos, al público – “cosa que no se ha de hacer jamás”, en palabras del propio Solá -, con el fin de conocer la forma en que habíamos sabido de la obra: “¿boca a boca, medios digitales, escritos?”, preguntaran al “respetable”; este se mostrará confuso, en general, ante la sorprendente propuesta. El actor aprovechará, además, para felicitar a su hija, presente en la sala, en el día de su cumpleaños. También a la pequeña hija fruto de su relación con Cancio, que se encuentra, asimismo, en el patio de butacas.

Necesaria, reflexiva, entretenida obra que merece más recorrido, salir del circuito madrileño vía boca a boca, la opción más firme.

 

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