Tortuga


Al pasar a una velocidad temeraria -cinco nudos, diez kilómetros por hora- despertamos a una tortuga que sestea sobre la superficie del agua. Me parece prodigioso. El caparazón mide al menos un metro, lo que da idea de una vida longeva, fuera de los acuarios o los documentales. !En mar abierto, en libertad! El mismo mar por el que transitan a diario docenas de mercantes, cientos de pesqueros y embarcaciones de recreo, miles de plásticos y redes a la deriva. Infinidad de peligros que no han impedido al reptil alcanzar una edad provecta y -aparentemente- sosegada. Enseguida queda a nuestra popa y se aleja veloz meneando las patas. Me da por pensar que es una de las pocas ocasiones en que hemos mirado hacia atrás en toda la travesía -si no la única-. Considero que es importante. Igual que en la vida, tendemos a dar más valor a aquello que deseamos sin pararnos a pensar en lo que hemos alcanzado ya, por tanto, sin ponderar con justicia lo logrado. Así, vivimos un poco como zombies, mulas con orejeras que solo aciertan a ver lo que tienen enfrente, lo que cabe en el estrecho espacio de la proa. 

Acostumbro a comparar la vida con la navegación a vela. Tal vez resulte pedante, pero yo encuentro muchas similitudes. Como en la vida, se deben aprender una serie de habilidades, practicarlas a menudo y mejorarlas con el tiempo: uno no puede considerar nunca que lo sabe ya todo. Se ha de ser prudente, aunque osado cuando corresponda. A menudo debemos tomar decisiones determinantes, que cambiarán probablemente el curso de la navegación, de nuestra existencia futura. Una vez tomadas se ha de ser consecuente, pues la queja no conduce a parte alguna. Debemos estar bien informados, de la mejor manera posible, aunque sin dejar de tener en cuenta que el azar también juega. Se navega con el viento, caprichoso en ocasiones, nunca del todo previsible (si así fuera, ¿qué gracia tendría navegar?). En una y otra nada hay más importante que saber adaptarse -no es lo mismo que renunciar a un propósito, un destino-, acomodarse el tiempo necesario a una situación adversa y salir de ella fortalecido. Tal vez para disfrutar más en la siguiente singladura. Es conveniente hacer el viaje acompañado, por compartir los placeres y las desventuras, ir seguro, aprender del otro, enseñar lo que uno sabe. Nadie es una isla. En definitiva, de lo que no debemos olvidarnos es de mirar - de vez en cuando- hacia atrás, ya que somos nuestra memoria, la estela que dejamos en el mar agitado o sereno de nuestro tiempo; avanzamos entre dos fluidos infinitos, agua y aire. No así la vida, tan breve. 

Si lo pienso bien no invento nada, Séneca lo advirtió hace varios siglos: "no hay viento favorable para quien no sabe a donde va". Tal vez por eso la tortuga acostumbre a poner sus huevos en la misma playa en que nació. 

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