La Hélade

A un puerto junto a  via del tren nos ha traído esta jornada, Regio di Calabria. Después de atravesar el estrecho de Mesina de norte a sur,  de este a oeste. Desde el barco la costa se llena de sombrillas en las playas. Agrupadas por colores se alinean sobre la arena frente a un mar azul desvaído. Los montes descienden abruptamente entre cárcavas, pinares, cipreses y cañaverales bajo un sol de plomo. El siroco tiñe el cielo de una bruma espesa, sólida, que asciende en bocanadas trayendo hasta el estrecho el viento del desierto. 

Los barcos de línea atraviesan incesantes, como enormes orugas bicéfalas, las aguas entre isla y península. Uno de ellos lleva escrito en letras enormes sobre un costado: "Caronte&Tourist", es sin duda un gran viaje el que proponen con cáustico sentido del humor. 

Patrullando la bahía frente a Mesina se ven barcos con altas torretas de vigilancia. Desde lo alto tres personas otéan sus aguas, de un momento a otro grandes bancos de atún o pez espada pasarán veloces frente a los puertos del estrecho,  la ocasión es única, hay que estar atentos. También en Regio,  mientras cenamos a bordo, aparejan embarcaciones con cinco, seis, ocho cañas al curricán. ¿Cómo es que continúan volviendo año tras año desde hace milenios?


El aire trae consigo olor a pinar, a pavesas y humo. Arde Sicilia, se quema Calabria, se incendian las Eolias en la puesta de sol entre Vulcano y Stromboli; las familias lo contemplan desde las dunas en cabo Rasocolmo, ascienden cual Sísifo hasta lo alto llevando el astro a sus espaldas para dejarlo rodar de nuevo hasta alcanzar la costa. Repiten hasta el infinito la condena de este Ferragosto prematuro.

Así ha sido desde que estos mares formasen parte de la Hélade. Como entonces las cigarras cantan bajo los cítricos, los cipreses se clavan en el cielo y los humanos persiguen sueños con forma de atún. 

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