No te quiero
En cualquier caso, lo que en No te quiero se pone de
manifiesto con respecto a la película de origen norteamericano, es que con el
presupuesto dedicado a un solo plano de la anterior se filma toda esta. Con el
agravante de que la primera cuenta una tontería, y la que nos ocupa, logra
captar toda nuestra atención sobre un asunto delicado, espinoso.
Vika, una chica de catorce años, ha sido madre. El padre es
su hermanastro, aunque la turbia relación de favores debidos, oscurantismo y
vergüenza en el seno de la familia y su entorno, no acabe por dejarlo claro. La
muerte de un abuelo reúne al clan. Allí se intentará sacar a la luz quién es el
progenitor y cuáles las razones de la niña para ocultarlo. No la creen, la
fuerzan a retractarse, la tachan de mentirosa; las mujeres la invitan a enseñar
los senos para comprobarlo. Rechaza la propuesta, más por rebeldía y falta de
aceptación de sí misma que por cobardía. Pero acaba siendo doblemente juzgada:
por haberse quedado embarazada, por acusar “en falso”.
Aun con el drama que supone para ella y su madre sacar
adelante a la criatura en una situación miserable —sus ingresos proceden de la
venta de frutos del bosque en el mercado local—, del estigma social y familiar,
la muchacha intentará, sin conseguirlo, llevar la vida que corresponde a su
edad: acude a clases de baile moderno, intenta regresar al colegio, mantener
una precaria relación con un chico del barrio, … todo abocado al fracaso a que
obliga una maternidad que ni buscó, ni pudo evitar. Aunque el aborto es legal
en su país, lo es solo durante las primeras doce semanas. Parece entreverse al
inicio del drama, que intenta vender la criatura por mediación de una conocida.
Se arrepiente. Volverá a intentarlo más adelante y acabará, también, por descartarlo. Se ocultan, pues,
el embarazo, el parto, la figura paterna; se convierte a la chiquilla en única
responsable de su deriva hasta el punto de que esta deja de aceptarse: aborrece
su imagen en los espejos, oculta los rasgos de su feminidad e intenta borrar lo
que supone la hija para ella.
La cámara persigue a Vika en una filmación honesta, cámara
en mano, en la que intenta mostrarse cada suspiro, cada grito de furia, de
rebeldía ante una situación injusta y agobiante.
El lugar en que vive, próximo a Ekaterimburgo, ciudad a la que piensa fugarse dejando todo atrás, es, además, un rincón sórdido, al más
puro estilo soviético, donde parece que el tiempo se haya detenido y la miseria
corra a sus anchas por descampados, centros públicos y viviendas paupérrimas. La
película del año 2021, multipremiada en cuanto festival se ha presentado fuera
de sus fronteras, compromete las ideas totalitaristas de sus gobernantes, deja
muy en evidencia las prioridades desatendidas de estos en favor del militarismo
y la guerra.
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