La estafa
Una vez más el sueño americano y sus derivas: ambición, éxito, fracaso. En esta película toda la trama está habitada por una encantadora
(y falaz) premisa: “si uno no triunfa en la vida es porque no quiere, pues desde
la enseñanza primaria ponemos los medios a tu alcance para que eso ocurra”.
En los Hamptons, desde luego.
Con una interpretación magistral de Hugh Jackman en la que se
sacude el rol de actor al servicio de una cara bonita (aunque en esta historia deba
mantenerla), se nos va llevando paulatinamente a un enfoque distinto de esa
máxima estadounidense: “triunfa o deja triunfar”. Aunque sin estridencias, de manera
pausada para, en último término, llegar a idéntico resultado; a saber, resolver
la cuestión que rige muchas de las vidas de ese-gran-país: “¿has logrado el
éxito? Sí/No ¿por qué?”
Se nos cuenta la —en principio— aburrida vida de una
comunidad estudiantil desde la administración y dirección de un instituto.
Todos, desde su director a la última secretaria o bedel, han de contribuir dando
lo mejor de sí mismos para que el centro alcance las mejores calificaciones. De
esta manera, los alumnos podrán acceder a prestigiosas universidades: Yale,
Harvard, Standford, Massachusetts… Están solo a un paso de lograrlo, de momento
ocupan la posición número cuatro en el ranking de acceso, ¡frente al resto del
país! Si la escuela recomienda a sus alumnos y estos son admitidos, la demanda
del instituto —y por ende la zona residencial donde se ubica— adquirirán mayor
valor inmobiliario, generarán mayor riqueza, pues, ¿qué padre no desea lo mejor
para sus hijos? Cuesta creer esta premisa en ocasiones, ya que el instituto
Roslyn se administra con fondos públicos, aunque se halla en los Hamptons:
esa península que “le sale” a Nueva York al costado, mira al océano hacia el
este, viven los más ricos de la ciudad y las mansiones y lujosas residencias se
ubican frente al mar o en su proximidad.
Desde el periódico local del instituto, una alumna avispada logra descubrir una trama de corrupción en la dirección del centro. Su intachable e impoluto director desvía dinero a manos llenas para uso personal con el beneplácito de su mano derecha y jefa de administrativos, quien lleva la organización de los gastos. Ella se lucra también, por supuesto. El auditor mira para otro lado, prefiere dedicar su tiempo a la formación teatral. A cada uno lo mueven razones distintas: el lujo, la buena vida, el cuidado personal, los viajes, en el caso del director; la salvación de la pareja y los hijos de un fracasado matrimonio anterior, cuando se trata de la administrativa. El dinero desviado pretende ocultarse bajo los gastos destinados a una pasarela peatonal que hará el centro más accesible. Lógicamente, tal infraestructura ha de tener un coste desmesurado. La alumna llega al conocimiento de la estafa mediante la escritura de un artículo inocuo —aunque se cuestione si debe o no publicar una información a la que ha llegado por casualidad—, e involucra a la dirección en una red de estafa mantenida en el tiempo que, de ser cierta, sacudiría a la comunidad a que pertenecen hasta sus cimientos. Es lo que finalmente ocurre. Parece ser que sus responsables aún pagan pena de prisión y han de devolver el dinero robado.
Brillantes interpretaciones de Hugh Jackman (Frank
Tassone) y Allison Janney (Pam Gluckin).
Excelente guion de Mike Makowsky, al parecer uno
de los estudiantes del instituto cuando se hizo pública la malversación de
fondos. Una banda sonora medida como un guante al servicio de la trama: fenomenal
Dido en su tema principal (White flag), aunque ya en los créditos. Cuidada fotografía y ambientación de esa increíble comunidad de
vecinos en la que todo parece posible con “un poco de esfuerzo por parte de
todos”.
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