Tramo 2, Camino del Cid, tierras de frontera: Antonio

Llegando ya de noche al pueblo de Anguita (Guadalajara), doy por casualidad con el bar del pueblo. A la entrada fuma un hombre que me abre la puerta amable. Se sorprende al verme con mochila, morral, traje de aguas y aspecto derrotado. Se hace a un lado dejándome entrar. Una vez ya junto a la barra, percibo su timidez: no habla, si no le hablas. Se dirige a mí siempre de usted, a pesar de que yo lo hago de tú. No creo que sea mucho mayor que yo, tal vez dos, tres años, pero su rostro prematuramente avejentado, su boca sin dientes -apenas veo uno- y sus manos rudas, fuertes e hinchadas, le hacen parecer más viejo. Pide a la camarera otro botellín de cerveza y su "medicina". Está cansado, asegura reprimiendo un bostezo. El medicamento resultan ser dos generosas copas de coñac que la chica vierte sobre el mismo envase, ya vacío, que se ha tomado antes. "¡No veas cómo se agradece esto por las mañanas!", se justifica. Me cuenta que es pastor. Imagino que, del pueblo, pero no, resulta ser trashumante -le cuesta dar con la palabra-, viene de Cuenca hasta el norte de Guadalajara con mil quinientas ovejas. "¿Y dónde están ahora?", pregunto absurdamente. "En el campo", responde. Ahí pasarán la noche, buscarán su propio abrigo y mañana estarán donde las dejó, al cuidado de los mastines. Me dice que no sabe leer, ni escribir, pero le encanta su trabajo: "es mi vida", asegura. No creía que pudiese haber gente analfabeta en nuestro país a día de hoy. "Desde luego", respondo con un punto de tristeza, "lo importante es hacer lo que a uno de verdad le gusta". Cuando extiendo hacia él mi mano y digo mi nombre a fin de conocer el suyo percibo que se violenta, alargando su mano tosca hacia la mía dirá: "Antonio. Encantado de conocerle. Yo también camino, ¿sabe?". Ya lo creo Antonio, ya lo creo. En dirección al albergue me viene a la memoria el poema de Machado: "Yo voy soñando caminos..."

Comentarios