Traicionado (Betrayed)

Dentro de tres habrán pasado cuarenta años del estreno de esta película que cuenta con dos estrellas venidas a menos, Tom Berenguer y Debra Winger. El primero quedó grabado en la retina del espectador al encarnar al desleal sargento Bob Barnes en la película Platoon de Oliver Stone, aquel que dejaba morir al sargento Elias (William Dafoe) bajo las balas norvietnamitas tras abandonarlo a su suerte en la selva. La segunda alcanzó la cumbre de la fama como partenaire de Richard Gere en la película Oficial y caballero. De modo que cuando encarnan los papeles de Gary Simmos (paleto supremacista de Nebraska) y Cathy Weaver (agente del FBI infiltrada) aún confiaban en tener ante sí una larga y exitosa carrera. Con excepción de El cielo protector en el caso de Debra, a las órdenes de Bernardo Bertolucci y compartiendo papel con el gran John Malkovich, la carrera de ella ha sido sólo larga. 

Si se menciona este preliminar es por comparar el tiempo en que se estrenó aquella película y el actual en un país, Estados Unidos, del que ambos son originarios; también por la temática que se aborda: a saber, el supremacismo blanco. Al verla hoy  día se diría que no ha pasado el tiempo que muestra en la ficción. Peor aún, que los días que vivimos sean todavía más disparatados y confusos que los que la película dejaba entrever: el de las bandas criminales que amparadas en el fácil acceso a las armas y la superlativa ignorancia emanada desde las iglesias como lugar donde adquirir "cultura", tienen la Biblia por toda Constitución y la testosterona por único estimulo. Con esos mimbres, cualquiera que no sea granjero en el oeste norteamericano, haya servido en Europa durante la segunda Guerra Mundial o Vietnam en los años setenta, o no tome Coca-Cola con las hamburguesas, es sospechoso de mal patriota. No digamos si ante el mástil del hogar no ondea al viento de Nebraska la bandera de las barras y las estrellas. Más que la caza a la que dedican el tiempo de ocio -así denominan a soltar a un hombre negro en mitad del bosque al amanecer y perseguirlo hasta la muerte-, la visita a la iglesia donde el predicador desgrana para ellos una Biblia a la que jamás han asomado ni asomarán la nariz, o la visita periódica al bar donde cortejar a "las mujeres que llegan con las cosechadoras", tal vez el único interés de esos hombres (y mujeres) resida en la mezcla fatal de amor y negocios. O bien es que en Nebraska no conocen ese dicho tan castellano que afirma, "donde tienes la olla no metas..." Como le ocurre a la pobre agente del FBI (Debra Winger), quien acaba enamorada del blanco fascista y de su adorable familia. Al tirar del hilo, la agente va cayendo en la cuenta de cosas que ni siquiera sospechaba, a saber: su pareja, el hombre investigado, tiene unos valores más que tradicionales; sus hijos acostumbran a disparar armas de fuego o considerar malvados a negros, judíos y orientales; casi toda la comunidad mantiene motivaciones semejantes; su mujer ha desaparecido de modo más que sospechoso; luego está "la caza", elemento de cohesión donde la relación se consolida y el amor se pone a prueba: "no tengo secretos para ti, si vas a ser mi mujer quiero compartir contigo mis costumbres más arraigadas, que formes parte de ellas", parece expresar Gary Simmons, 'el paleto', a Cathy Weaver, 'la agente federal infiltrada'; en el fondo, uno acaba por tomarles cariño, salvo que el suyo es un amor más que tóxico. Pero, a efectos prácticos, enseguida queda patente que a la agente se la envía al "frente" sin apenas un informe psicológico de aquellas personas a quienes tiene que investigar. Entonces, cae presa de sus propias emociones y la operación acaba por convertirse en una sucesión de hechos caóticos: la policía se enamora de quien no debe, participa en un atraco con herido de bala que propicia ella misma, también en una cacería al negro con resultado de muerte, en una transacción de armamento durante una jornada de afirmación fascista, en la exaltación de valores del mismo tipo y que desde su oficina dicen de combatir, etcétera. En resumen, amparada en la investigación la mujer toma parte en varios delitos. Como colofón, y aunque consigue impedir el asesinado de un candidato a la presidencia. Como es lógico, la mujer no puede sentirse más desamparada al finalizar la operación: ha perdido a su amante y prometido (¡sí, llegan a prometerse!), también a los hijos de este y a los que había cobrado afecto, y, además, se encuentra tan sola y estafada como cuando comenzó la operación: olvidaba mencionar que Weaver es huérfana y el FBI su única familia. Menuda chapuza de investigación.

Para olvidar, salvo por lo actual que resulta aquel tiempo de hace ¡cuarenta años! 

 


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