Un sabor a miel
Extraordinaria película con tintes neorrealistas, ambientada en un Londres postbélico e industrial, donde un grupo de personas de clase media baja trata de abrirse camino entre la sordidez, la esperanza, y el ansia de felicidad. Un marcado determinismo pugna por dirigir las vidas de una madura madre soltera y su hija adolescente. Las dos buscan salir del hoyo de la precariedad y la falta de afecto: la madre, por tratar de revivir una juventud donde cometió el "error" de concebir a su hija y criarla a salto de mata; la hija, por luchar con uñas y dientes contra un espejo en el que no quiere verse y en el que, sin embargo, acabará por reflejarse.
Todo, en una ciudad suburbial y portuaria, donde los tinglados, naves, canales, basura, y chimeneas parecen asfixiar a unos personajes condenados a encontrarse. De niños que juegan y se divierten sin el control de los adultos, y aprenden a sobrevivir en un ambiente opresivo que a ellos, sin embargo, parece no incomodarles.
De una honestidad brutal en las actitudes de una madre alcohólica y promiscua que jamás ha prestado un gramo de atención a su hija y no oculta que le incomoda, se inmiscuye en sus planes de noviazgo y en su ansia por alcanzar un bienestar que no está dispuesta a compartir cuando lo logre. No desea, en cambio, que le ocurra otro tanto y, aunque desea lo mejor para ella, no renunciará a aquello que la vida le ofrezca en adelante. La hija busca con desesperación, también con dignidad, emanciparse de la madre cuanto antes, vivir su vida, dejar de soportar sus continuos desplantes. Lástima que en el camino se cruce con un marinero que, en el tránsito, la deje embarazada. Sin embargo, encontrará también a un joven homosexual dispuesto a hacerse cargo tanto de ella, como de la futura criatura. Es el único momento de ternura, complicidad y comprensión de que disfruta la muchacha, pero, en una suerte de destino fatal, la madre aparece de nuevo —su novio la abandona— y arroja sus planes por la borda.
A pesar de su aparente pesimismo, la película se disfruta con mirada esperanzada, siempre atenta a esa chica que, con su fuerza y capacidad para sobreponerse a la desgracia, arrastra tras ella al espectador, que desea ofrecerle el amparo que su madre le niega.
Los diálogos son brillantes y brutales, sin ñoñería o afectación, llamando a las cosas por su nombre; también en el terreno amoroso, que lo hay.
Respecto a la ambientación, merece atención la transformación de la capital londinense; desde modelo industrial (la película se rodó en el año 1961), a turístico y financiero en la actualidad. A orillas del Támesis, se distingue la antigua central eléctrica de Bankside, hoy celebrada Tate Modern.
Comentarios
Publicar un comentario