Cuando el sistema se rompe

"Una niña de nueve años con una energía desenfrenada lleva a la gente que la rodea a la desesperación. Expulsada de todos los centros de protección de menores y hogares de acogida, ella solo quiere volver con su madre".

Estas tres líneas son las que ocupa la sinopsis dedicada a la producción alemana System Crasher. Cuatro más se refieren a la ficha técnica, fecha, y hora de proyección; las veinte restantes en la hoja apaisada del tríptico se ocupan de mencionar premios en festivales de todo el mundo. No esta mal para la joven directora, guionista y actriz alemana, Nora Fingsheidt (Brunswick, 1983).

Claro que, la sinopsis, es incapaz de abarcar la multitud de aspectos a mencionar en la historia desgarradora de esa niña que, en apariencia, solo-quiere-volver-con-su-madre. La primera pregunta que nos plantea es por qué no está ya con ella. Tampoco acaba de quedar del todo claro tras 118' de proyección. Y no es que a su directora y guionista le falten recursos narrativos, todo lo contrario: exprime cada segundo del film para tratar de mostrarnos (tal vez también a sí misma) qué pasa por la cabeza de esa chiquilla. La respuesta no es fácil en absoluto. 

Me explico. Si la cría no está con su madre es porque la tienen en custodia los servicios sociales de la ciudad donde vive. La madre tiene otros dos hijos menores y carece de empleo. Frecuenta amantes diversos, aunque no se advierta en sus otros niños o en su hogar desatención o falta de medios. Parece, "tan solo", que atraviese una mala racha. Además, Benni (así se llama la niña), tal vez sufra alguna clase de esquizofrenia que la lleve a padecer tremendos ataques de ira. Ya desde el inicio la vemos en la consulta de una neuróloga con el cuerpo lleno de cables: tratan de acotar alguna lesión cerebral. Se habla de medicación y frecuencia de tomas ante quien pensamos es su padre. No es así. Se trata de un educador más del enésimo centro de acogida al que acude. Otro de los aspectos que muestra el relato es el sistema de amparo alemán, en el caso de esta chiquilla, impecable. En este se aprecian medios, profesionales abnegados, alternativas, cariño, compromiso, profesionalidad, cooperación, paciencia para con ella y su situación. Aunque nada parece ser suficiente en su caso.

Llegados a este punto, y si alguien aún continúa leyendo, podría pensar "menudo drama lacrimógeno para sentarse frente a una pantalla". Nada de eso. Créanme si les digo que, durante las casi dos horas de metraje nadie de las más de cuarenta personas que asistíamos a la película tosió siquiera. Y es que la historia engancha, pero la niña enamora. Porque es estremecedoramente tierna, inteligente, ingeniosa, rebelde, madura para su edad, empática con quien hace el mínimo esfuerzo por tratar de comprenderla. Pero algo no funciona de forma correcta en su cabeza, en la manera en que siente a los demás, en el abandono y sucesión de promesas rotas de su madre. Aunque, ¿qué pueden hacer los servicios sociales si esta no se ocupa de ella cómo sería deseable? Sencillamente, lo que hacen: proporcionarle alojamiento, cobertura sanitaria, cariño, formación, tutores, un escolta que la acompaña a diario a la escuela de la que trata de huir. Todo el sistema de un estado tan eficiente y capaz como el alemán se viene abajo en su caso. Incluso el escolta, con quién establece un vínculo de camaradería durante una tentativa de proporcionarle paz en la cabaña que posee en el bosque, resulta fallida. Ella desea ser adoptada por él, pasar a formar parte de su familia (él tiene mujer y un bebé, otro en camino: no sería profesional ni adecuado). También lo quiebra. Hasta el punto de que este hombre, acostumbrado a lidiar con adolescentes problemáticos (antes lo fue él , "la cagué mucho en el pasado", revela), solicita renunciar al caso ante la supervisora social. Tratarán incluso, de enviar a Benni al extranjero, a un centro en Kenia dependiente del estado que "ha dado resultado en casos similares", dice la neuróloga. 

Impresionante el trabajo de la pequeña Helena Zengel. Viéndola actuar (no debemos olvidar que lo que está haciendo es interpretar un personaje), uno llega a preguntarse si no le habrán hecho daño en el proceso creativo: tal es la fuerza desgarradora con que traslada a imágenes a esa niña herida que necesita el cariño de su madre y el tratamiento adecuado. Aunque, quizás, no solo. Esa es, en mi opinión, la mejor actitud de su directora: moverse en el territorio de la duda, interpelar al espectador, no ofrecer soluciones mágicas. Porque no las hay, lo que se nos cuenta es la vida y, como en esta, no existen. 

Uno abandona la proyección con la sensación de "menuda historia bonita y dura acabo de ver, ¿por qué se meterá esta joven en ese berenjenal, pudiendo contar un chico conoce chica de libro?" Hagan el favor de verla, sabrán de qué hablo cuando digo que enamora.

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