La nuit des rois
Como un Sherezade masculino, un griot negro como la
noche que se dispone a atravesar, contará su propia historia y, … la de Zama King,
el jefe de la banda que lo condujo hasta los muros de ese recinto. La estira,
la reenfoca, vuelve al comienzo, aporta nuevos matices, añade personajes
diferentes, tensiona la paciencia de quienes le escuchan haciendo al espectador
temer por su existencia. Y uno termina por ponerse en su piel: ¿de qué manera contaría
la historia que salvase su vida? Aunque, lo sorprendente del relato es como con el único ejercicio de la imaginación, de la improvisación, subido a una lata
por todo estrado, no sólo consigue llevar a su terreno a los presos, sino también al espectador. A mitad del monólogo todos nos hemos olvidado del
contexto original para seguir al orador hacia la selva, a los orígenes tribales
de King, a la lucha de clanes enfrentados en un ambiente surreal: los poderes
de la Naturaleza y sus seres magníficos, cuál superhéroes de un tiempo antiguo.
Acompañaremos a su protagonista en un bidonville, este sí, perfectamente
real: con sus casas miserables, coches reventados, aguas fecales entre las calles
y basura por doquier. Allí Zama King será ajusticiado de forma sumaria:
prendiendo fuego a un neumático colgado de su cuello. Acusado por una mujer
albina —los albinos son rechazados en muchos países africanos: se los persigue,
mutila, asesina o maltrata por sospechar sobre su origen o relacionarlos con
la brujería— de un delito que no deja muy claro.
La paradoja es que el protagonista resulta ser descendiente
de una dinastía real, donde su organización social, linaje, y poblado que habitan —aun siendo de humildes cañas y barro, no son miserables— no hacen
presagiar un futuro de delincuencia y barrio de lata.
La película transforma en un relato de Las mil y una
noches una vivencia que podía haber discurrido por los cauces trillados de
la narrativa penitenciaria; en La noche de los reyes asistimos, en cambio, al
poder evocador de los cuentos, a la necesidad ancestral de reunirnos bajo una
acacia y escuchar a alguien contar, dosificar sus recursos, magnificarlos en la
remota tradición de los bardos africanos, de ahí procedemos los demás seres
humanos. Lo de menos es qué contar.
Nota: la banda de delincuentes de Zama King, Los microbios, toma su nombre de la espléndida película de Fernando Meirelles, Cidade de Deus. La nuit des rois es un fantástico complemento a aquella.
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