Miocardio
Más allá de la propuesta inicial, la que compara las relaciones amorosas con el tejido que recubre el corazón y la necesidad de cuidar de este, no encuentro, en la propuesta de José Manuel Carrasco, más que buenas intenciones y un gran trabajo de casting, eso sí: el escritor-actor protagonista semeja ser el mismo en las diferentes etapas de su vida, cuando es representado por Luis Callejo en el papel de autor maduro, y por Vito Saiz en el de joven escritor abandonado por su pareja, con eterna cara de niño incapaz de superar el trauma de la separación.
Es bien característica en el film la forma narrativa, donde la misma circunstancia del reencuentro, tras el abandono por parte del componente femenino de la pareja, es repetida hasta en cuatro ocasiones con enfoques diferentes. "¿Y si este hubiese tenido lugar desde otra perspectiva más comprensiva, o amable, o beligerante, o madura, etcétera?" La propuesta da pie al juego interpretativo al colocar a ambos, actor y actriz, en diferentes tesituras, unas más creíbles que otras.
Contemplando ese pasado, en apariencia remoto o superado, el autor ya maduro es entrevistado durante la presentación de su última novela; allí, expone ante la cámara la teoría (en la práctica fallida, como después conoceremos) de que el amor no es otra cosa que repetición. Hace así referencia a la propuesta de Nietzsche acerca del "Eterno retorno", la que postula que «todos los acontecimientos de la vida se repiten eternamente y así podemos ser capaces de verificar si estamos siendo fieles o no a nosotros mismos y a nuestros propios valores». O, desde otro enfoque, tal vez debamos abordar el amor como escribía Samuel Beckett: «Lo intentaste, fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.»
Personalmente, y a pesar de que parece ser uno de los puntos fuertes del film, tengo mis reservas respecto a los "brillantes" diálogos que los protagonistas esgrimen en sus diferentes reencuentros ("o mejores fracasos") que la ficción les proporciona: resulta inverosímil la capacidad dialéctica que presentan esos dos seres heridos. También las interpretaciones; en particular, las que lleva a cabo Marina Salas, musa del autor y, en mi opinión, histriónica y poco creíble unas veces; meliflua e insustancial, en otras.
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