A cielo abierto
«En el documental de Mariana Otero se muestra el tratamiento en una institución particular, Le Courtil, que tiene sus fundamentos en el psicoanálisis orientado por Jacques Lacan», es lo que se nos dice en la hoja de presentación del filme.
Con un cuerpo dotacional de varias docenas de terapeutas y haciendo partícipe al espectador de las reuniones que mantienen periódicamente tras su tratamiento individualizado, juegos y terapias de aprendizaje o comportamiento, a tenor de las diferentes afecciones que presentan esos chavales, se traslada al espectador una gran sensación de esperanza y fe en el ser humano.
Apenas muestran el trabajo que llevan a cabo con cinco u ocho chavales de los ochenta que acoge el centro. Asistimos con ellos a las aulas de interpretación musical, cocina, música, aseo, comidas y juegos, al aire libre o en el interior, donde cada profesional hace uso de una paciencia infinita, capacidad motivacional y empatía, y logra de los chicos cooperación y desarrollo de todas sus facultades. Resulta particularmente emotivo verlos cocinar, emplear cuchillos, fogones, utensilios que pueden romperse, cortar, verterse, etcétera, sin miedo por su parte, ni cortapisas por las de sus educadoras (mujeres, en su mayor parte). Es de suponer que incentivan de ese modo la confianza en sí mismos para que exploren el medio en el que se desenvuelven con naturalidad —aunque supervisados— y esto provoca en ellos seguridad y aplomo. Una niña, fascinada con el movimiento de una lombriz de tierra, comparte con otros esa experiencia; un chico toca percusiones o desarrolla recursos interpretativos en libertad, atentos/as los educadores a los miedos o necesidades fisiológicas —también se dan— sin traumas, castigos, actitud represiva y vergonzosa, actuando sin más frente al hecho para resolver el inconveniente, en una actitud digna de elogio y, a lo que parece, más eficaz.
¡Qué diferencia abisal con el tratamiento al diferente en nuestra infancia! E incluso hoy, más preocupados por los ratios económicos que por la integración de las personas con enfermedades mentales, con independencia de la edad.
Como concluye Mariana Otero en la presentación de su trabajo en Barcelona los profesionales que trabajan en ese centro «tratan de ver el mundo a través de los ojos de los otros, y con estos niños, esos otros, pueden ver que eso no se hace solo, sino gracias a las herramientas teóricas, a un trabajo sobre sí, a un trabajo de reflexión y de replanteamiento en lo cotidiano».
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