Madalena

 

    Su director y guionista, Madiano Marchetti, no acaba de acertar con el relato principal de la historia, pues no es hasta el final cuando un breve texto que precede a los títulos de crédito deja clara su intención: “Brasil es el país del mundo donde más transexuales son asesinados al año”.

Hasta llegar a ese punto nos habla de las peripecias de las amigas de una mujer desaparecida, Madalena. En un entorno rural de inmensas plantaciones de soja, donde la tecnología más puntera —los campos son recorridos por brigadas de drones que localizan malas hierbas, que serán arrancadas más tarde por partidas de operarios a pie— convive con el hastío de sus pobladores, asistimos al marcado clasismo entre los que tienen mucho y los que quieren un poco. El único punto en común entre ricos terratenientes y empleados paupérrimos es el deseo de abandonar ese paraje monótono y decadente, donde lo único que se puede hacer es acudir a la discoteca local y emborracharse. Los carteles publicitarios a la entrada del lugar dejan bien claras las necesidades locales: semillas ultrarresistentes, software para ingenios voladores y la candidatura a senadora de una potentada de la soja.

En ese ambiente hostil, arrancado no hace mucho a la selva, conviven como una metáfora las vidas de esas mujeres con un destino tan incierto como peligroso. En mitad de los campos, una familia de ñandúes (!) intenta sacar adelante su pollada sorteando los enormes brazos articulados de los tractores que los fumigan. Toda una declaración de intenciones.

Madalena aparecerá asesinada en una plantación semanas después de su desaparición. El hijo de uno de los productores niega la autoría: él ha cometido otros, este no.

Lo peor, la falta de objetivo claro en la denuncia. Lo mejor, los campos de soja. ! El mundo es grande y diverso!

 

 

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