Coque Malla, un puzle incompleto en Vigo

Esta noche, después del concierto y ya de ronda por los bares, todo el mundo semeja conocerte. Haber tenido contigo alguna experiencia en el pasado donde el grado de familiaridad parece haber sido notable. No es de extrañar, tras treinta y cinco años bajo los focos, ante los micrófonos, sobre todo tipo de escenarios, garitos y tugurios, en este y otros países; tratando de desarrollar una carrera que comenzaste siendo un chaval subido a la escena con desparpajo y voz inconfundibles; cantando temas que llegaron a ser himnos generacionales. Te has hecho hombre sobre las tablas y, tal vez tu carácter extrovertido, cercano, natural, o atormentado -no lo sé, no he tenido el gusto-, ha dado lugar a un anecdotario que, como en un puzle, construye a trozos el esquema de una persona que a veces ni ella misma conoce. De otro modo, intuyo, no escribirías canciones, pues es en ellas donde tratas de explicarte y acabas explicándonos al resto. Por mi parte, he visto magia: una sombra que se contorsiona tratando de extraer notas de su guitarra. De ese modo te muestras. Proyectado sobre los laterales del escenario contra las paredes rojas, representas la imagen del mito platónico en esa caverna que los demás sólo entrevemos; entre esa sombra y la luz que la origina fluye quien hoy tenemos la fortuna de ver al mismo tiempo. En medio, las canciones con que acabarás por conmovernos.

Revolución es el tema que abre el espectáculo. Como introducción ha sonado el himno coral ¡A las barricadas! Adaptación de otro de origen polaco y que el movimiento sindical de la CNT popularizó en la Barcelona de 1937, en pleno escenario bélico. Una apuesta arriesgada. Los músicos emergen de la oscuridad a una escenografía donde predominan los tonos rojos, conformando lo que se me antoja la bandera del sindicato; aún no se han encendido las lámparas de balón que penden del techo y caldean el ambiente, aportando el contrapunto escénico a la música. “Todavía crees en la revolución, Todavía sueñas con salvar las cosas...” ¿Te interpelas a ti mismo, nos interpelas? Diría que ambas. La cuestión no es baladí: el mismo día en que la Cumbre sobre el Cambio Climático concluye sin compromisos en Madrid, el día en que Boris Johnson gana las elecciones en Reino Unido - ¡ya completamos el club mundial de los idiotas! - cuando la desigualdad aumenta en el mundo y el fascismo empieza a emerger de nuevo en Europa, la pregunta es del todo pertinente. ¡Claro que creo!, ¿Acaso nos dejan alternativa?, sólo confío en que no sea demasiado cruenta… Pero, ¡hemos venido a bailar! y, como nos recuerdas, Sólo queda Música, tras un panorama que invita al escepticismo más militante, rozando ya el cinismo, lo único que podemos hacer esta noche es escuchar “música para bailar y tratar de romper la barrera” de todo lo feo que hay fuera de este espacio cálido y bello que nos ofreces. Además hace frío, y es de noche, y llueve, y sopla fuerte el viento sobre la bahía a tu espalda. Y de nuevo nos interrogas con ese ritmo de aire funky: “¿Cuántos repuestos tiene el corazón? (Cero)”, te respondes, y es que “nada tiene de especial llevar bien puesto el sombrero”; logras eso tan difícil que es poner en pie sobre las butacas de un teatro a un montón de cincuentones que, tal vez, habían venido a escuchar temas de su juventud. También hay quién ha pagado su entrada por escuchar de viva voz No puedo vivir sin ti y a lo largo del concierto la demandará una y otra vez. De sobra sabes que el “respetable” tiene siempre la razón y, así como el diestro brinda el toro al público aún antes de saber si este le va a dar juego en la plaza o no, encaras tu faena con gallardía y vergüenza toreras: salir al ruedo, poner la vida a merced de la gente en el tendido, tratando de salir airoso de una faena en que todo está por decidir. El “maestro” tratará de llevarse el toro hacia los medios arropado por su cuadrilla -de excelentes músicos en este caso-, pero al final está sólo, de él depende la faena al entrar a matar estoque en mano. Bien lo sabe Jaime Urrutia de quién versionas “La sangre de tu tristeza”, incluso reparas con estupor en tres de sus versos, “ciertos días de lluvia a la ventana asomao, la sangre de tu tristeza viniendo por detrás, como una novia traviesa un beso te va a dar…” Y es que Jaime, estoy contigo, “es el mejor compositor en español”, como aseguras. Añadiría que de Pop-Rock, de otro modo habríamos de dejar fuera a Serrat y ahí, ya no te sigo.

Fue hermoso. Nos levantamos una vez más de nuestros confortables asientos y bailamos. Coreamos esa canción que sabíamos de memoria rematando todas las frases al modo cañí, reconectando con una época, los ochenta, de la que fuimos -fuiste- copartícipes: la pasión entonces -y la candidez-, suplían la falta de profesionalidad y producción. Es gracioso. Busco información acerca de "La sangre..." y Wikipedia me recuerda que alcanzó el numero uno de Los 40 Principales el 19 de diciembre de 1987. Pasado mañana habrán pasado treinta y dos años. Comenzabas con los Ronaldos y vuestra primera salida de Madrid había sido a… ¡Vigo! Echar hoy un vistazo a la misma lista es viajar a otro planeta habitado en gran medida por extraterrestres. ¡Qué montaña rusa esta profesión vuestra!: tan pronto “mantiene con firmeza tu nombre en él cartel, en lo alto del cartel” como te lleva a la plaza de toros del Burgo de Osma -con todos mis respetos para la localidad, el coso, y los “toreros” que oficiaron aquel sábado; véase foto- para el que suscribe tiene enorme valor permanecer en la carretera. Concibo él arte como una forma de vida, no como un camino al éxito.

Pero hablaba de un alíen que nos puso de nuevo a bailar. Y nos fuimos con él a América. No recuerdo en que orden pero resultó emocionante ese viaje irónico a “la cuna de los sueños”, donde uno pierde la identidad en nombre de una idea confusa que acaba por conducir a la perplejidad más absoluta. Ese es quizá el misterio de las canciones, leer en ellas cosas, significados que, en ocasiones, resultan insospechados incluso para el compositor. ¿Como abordar sino La carta? : bella y desgarradora manifestación de sentimientos encontrados que ni siquiera su autor sabe explicar. También del album Mujeres, Berlín. A una amiga se le aceleró el pulso tras escuchar los primeros acordes. ¿Por qué?, nadie lo sabe. Es una cosa entre ella, tú y ese hilo de Ariadna que parece sacaros de algún laberinto común. En cambio, unas filas más adelante, otra chica -demasiado joven, en apariencia, para haber vivido todo aquello que el tema sugiere- vibraba con Me dejó marchar, y lo ponía de manifiesto mediante aspavientos que la recorrían por completo, sin pudor. Uno no acierta nunca a saber cuál será su canción, aquella que se clavará en el corazón como si estuviera escrita para sí. Para siempre.

Hace tiempo, esa ranchera acanallada, cantada junto a los músicos a capela – bravo otra vez por tu “cuadrilla”- aportó melancolía y singularidad a un concierto que, deficiencias de sonido aparte -no acaba de entenderse porque un auditorio no puede sonar perfecto si está concebido para ello- acabó de caldear los corazones en una noche fría, desapacible. Salimos a celebrarlo a la Ribera, y en el bar de Las Almas Perdidas continuamos una noche de la que ya formas parte, como de otras noches viguesas donde has ido dejando piezas con que construir el rompecabezas de tu vida, y la nuestra.




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