Tribalistas

Una fiesta de la música, la democracía  -así, con el acento en la i brasilera-y la cultura, fue la que vivimos ayer en el recinto Multiusos Fontes do Sar de Santiago de Compostela. Con una media entrada y un sonido que no satisfizo a todo el público -al menos al que tuvo acceso este cronista- se presentaron en Compostela  Tribalistas, el trío formado por Marisa Monte, Arnaldo Antunez y Carlinhos Brown. Vinieron a presentar su último trabajo Tribalistas (2017) continuador de  Tribalistas (2012) que asombró a crítica y público durante ese año y posteriores, hasta plantarse aquí con un nuevo disco, continuador de la estética y los sonidos de aquel otro, que los fieles demandábamos año tras año durante los últimos 15.
La diferencia sustancial entre aquel y este disco, es que el actual es más reposado, más maduro y, sobre todo, realizado con tiempo y mimo -no en trece días, a día por tema- como lo fuera el anterior. Otra diferencia significativa y que agradecemos como público es que este trabajo va acompañado de una gira y nos da la posibilidad de disfrutarlo ao vivo. 
Con una amplía entrada brasileña que se dejaba sentir orgullosa en el recinto, y un público que superaba la media de los cincuenta años de edad, los músicos salieron a escena en medio de un esplendido juego de luces y proyecciones pre-grabadas, trufadas de imágenes en directo de ellos mismos, en un alarde de producción y diseño de una puesta en escena elegante, emotiva y complementaria de la música en directo. Y es que nadie concibe hoy en día un espectáculo, sea musical o de otra índole, sin el debido soporte en la imagen; como tampoco lo entenderíamos sin el característico apoyo en las luces, ya absolutamente integrado en nuestro concepto de puesta en escena. Así es que la característica mesa de sonido de los primeros conciertos, se hace acompañar ahora de una similar desde donde se manipulan las luces y una tercera que proyecta, edita y registra lo que ocurre en la escena y el aforo, para devolvérselo al público de nuevo a través de las pantallas a la espalda de los músicos. En tiempos de internet y redes sociales se busca más cada vez el espectáculo total, la experiencia única!
Es obligado mencionar los atuendos de los músicos: extravagantes, coloridos, disparatados en cualquier otra cultura que no sea la afrobrasileña. Con guiños al carnaval de Río en el mono de lamé plateado que vestía Marisa Monte, complementado con una diadema de bisutería y decenas de brillantes; con reminiscencias orientales en las elegantes  túnicas de estridentes tonos verdosos bordados en cachemir, o los pantalones de tonos granates a la turca de Arnaldo Antunez; o los siempre imposibles tocados con que Carlinhos Brown se recoge las rastas. En esta ocasión vestía además un chaleco en vibrantes colores selváticos del que pendían docenas de borlas de colores y un pantalón de cuero granate también imposible. El guitarrista lucía un conjunto confeccionado con lo que parecía un retal y se tocaba con un sombrero de piel, el bajista-pianista mezclaba el azul de su americana con el amarillo del pantalón y el rojo de la camiseta, y el baterista vestía un mono blanco con estampados de filigranas africanas que contrastaba vivamente con su piel de pretinho -negrito en portugués, tal era además su nombre... Y nada desentonaba, todo parecía armónico, propio de una cultura mixta y selvática donde otro tipo de vestimenta se nos haría difícil de procesar.



Pero por encima de todo habíamos venido  a escuchar música. Y así fueron desgranando uno tras otro Tribalistas, Um so, Fora da Memoria, o la emocionante Diáspora donde se preguntan por la ausencia de Dios, de ese Dios que permite que mueran en el Mediterráneo miles de personas que huyen de la guerra en ese río rojo del mar sagrado mientras claman Where are you? Onde estás,  en la emocionantísima voz de Marisa Monte, plena de matices, trémolos y falsetes, junto al contrapunto grave y la declamación evocadora de Arnaldo Antunez. Tema que los sitúa pegados la realidad y a la denuncia, viniendo a demostrar que el mundo que habitamos carece de fronteras y lo que es injusto en Europa lo es de igual modo en Brasil.
En un concierto de corte intimista, para paladear con calma -a quien esto cuenta se le hizo incómoda la silla- fue  una fiesta escuchar en directo  Velha Infancia, esa hermosísima canción donde se reivindica el amor de manera intensa, pura y transparente  como un juego adolescente, como un sueño de la infancia.
Así fueron cayendo uno tras otro los temas de ambos discos coreados con pasión por el público, en especial de la comunidad brasilera en Galicia. Fue emocionante contemplar como algunos de ellos cantaban cada tema con absoluta devoción, a la vez que portaban improvisados carteles con textos como Dictadura nunca mais o EleNão en clara referencia a Jair Bolsonaro y las elecciones que el domingo próximo se celebraran en Brasil, donde las encuestas arrojan una victoria holgada para el candidato de corte ultra derechista.



Cuando finalmente atacaron Ja Sei Namorar, el público puesto en pie -a la orden de ese maestro de ceremonias increible que es Carlinhos Brown- entró en ebullición y todos coreamos con más o menos éxito en la pronunciación Eu sou de ninguém, Eu sou de todo mundo, E todo mundo me quer bem...con está maravilla que celebra una vez más la vida y el amor, cerraron el concierto y nos dejaron en el alma gotas cálidas del trópico y deseos a flor de piel. Gracias Tribalistas, firmamos de corazón vuestro manifiesto: "vivan la cultura, la democracía y la educación"



Comentarios