Chau Buenos Aires
Con esos mimbres y ambientado en los años del "corralito" —2001, Fernando de la Rúa era entonces presidente de Argentina; a este sucedieron cinco presidentes en el plazo de los once días siguientes a la derogación de esa medida por impopularidad, injusticia y manifiesto latrocinio de Estado—, aquel en el que los bancos no dejaban extraer más que doscientos dólares de las cuentas a sus titulares, Kral ambienta una tragicomedia social donde el peso de la ideología y el amor a la patria se imponen al prosaico “dinero y fe en un bienestar futuro”; aunque este último se encuentre bien lejos del país de uno, en Alemania por más señas. Ese es el Estado al que planea emigrar con su familia un comerciante de zapatos aficionado al tango e intérprete de bandoneón. El relato sobrevuela a unos personajes donde el protagonista va enfrentando, cual Ulises contemporáneo, una serie de sinsabores que, sin embargo, parece abocado a superar junto a su familia de hecho y a la familia elegida: una exmujer y una hija adolescente, o la banda de aficionados al tango con la que ensaya y trampea unos bolos tan mal pagados como escasos. Tan pronto el grupo incorpora a un cantante jubilado y olvidado al que rescatan de un asilo de ancianos donde pudre su desconsuelo, la banda parece cobrar nuevos bríos; el coche que planea vender el acordeonista para hacerse con algún dinero, se avería tras un choque con una bella taxista kamikaze; los diferentes componentes de ese cuarteto de músicos va sacando a relucir sus miserias —la adicción al juego, la esperanza sin fundamento en el cambio del estado de las cosas, el taller de reparación de automóviles tan miserable que ni da para vivir, o la senectud y falta de memoria del cantante de tango que apenas recuerda las letras que ha de interpretar—. A tales sin sabores se opone la incombustible actitud de un grupo humano que, frente al desastre social y económico de un país que ve en su clase dirigente a una plaga de corruptos y sinvergüenzas, se las apaña para ir tirando, fiado a la buena gente que forma parte de esa masa social y que vive como puede en las calles y es, a pesar de todo, honesta y resiliente. ¡Qué otra cosa podrían hacer!
La oposición al
"corralito" se vive en las calles con virulentas manifestaciones. El
protagonista cae también atrapado en la miserable red de corrupción y estafa;
los amigos y la familia resisten, enfrentan la adversidad, y hasta enfrentan la
muerte de uno de los integrantes de la banda víctima de las algaradas
callejeras. Este será el acicate que empujará a nuestro hombre quien, cargado con
una maleta en una mano y el instrumento en la otra, tomará por fin el barco que
lo conduzca a Europa. Una vez a bordo, enfrentado al cinismo recalcitrante de
un compatriota, tan sólo la visión del perfil de su ciudad a través del ojo de
buey de la cocina del barco que lo lleva a esa otra tierra de promisión, será
capaz de devolverlo a la suya a pesar de las adversidades: en su cabeza escucha
el sonido de un bandoneón que lo hace enfrentar el infortunio y regresar a esa
ciudad que lo vio nacer y, con toda seguridad, lo vera morir. Incluso queda
lugar en la ciudad para el amor y la esperanza.
Personalmente, ignoro lo que significa
vivir con el presente secuestrado y el futuro también. Con la anterior
presidenta confinada en su domicilio, a la espera de juicio y acusada de corrupción.
Con una de las sociedades más polarizadas de todo el continente americano —tal
vez, sólo la norteamericana lo esté un poco más—, con un nivel de deuda y
malestar inimaginables en Europa. Por eso creo que el filme de Kral tiene un valor
especial si es capaz de despertar en el público empatía y compasión. Al menos,
es lo que estimula en quien esto escribe: una catarata de sentimientos
encontrados entre el rechazo profundo hacia quienes han puesto en el poder a
semejante fascista —además de iracundo, hortera y servil— y quienes antes lo
han ostentado para que el país no parezca tener más alternativa que esta.
Puestos a elegir, sólo nos queda el tango.
Interpretaciones flojas, melifluo
argumento y... brillantes insultos: en ninguna lengua se insulta con tanta
creatividad y mala baba como en el castellano de Argentina.
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