Casa Queimada
Los Trigo presentan nuevo proyecto en la biblioteca de la Escuela Municipal de Artes y Oficios de Vigo. Edificio hermoso y desierto este caluroso miércoles de junio, permanece en una umbría silenciosa, fresca y acogedora a la vez que rebosante de cultura accesible y gratuita. Me viene a la cabeza el Ateneo de Madrid, las maravillosas salas de los museos de Historia Natural de Nantes o La Rochelle que he tenido la fortuna de conocer recientemente. Como en aquellos, en la biblioteca de la EMAO crujen al caminar sus vetustos suelos, las salas desprenden aroma a madera, barniz y sabiduría. En sus paredes las estanterías se llenan de volúmenes que, aunque a menudo inaccesibles al profano, brindan una cálida sensación de abrigo en los días fríos y lluviosos de estas tierras, al frescor más delicioso si fuera arde el termómetro como es el caso.
Pero quizá sea
Xénese, el trabajo que Ramón Trigo se reserva para sí mismo en este
álbum, el que llame más mi atención de cuantos ilustra en esta obra. Su
propuesta, sencilla en apariencia, es capaz de concretar en catorce dibujos
(monotipos) la historia del mundo. ¡Casi nada! Un ejercicio de concisión
tremebundo que nos regala, además, un fantástico kraken. He tenido la
fortuna de ver cómo lo pintaba (prodigios de la tecnología) sobre una laxe
entre las rocas. Animal primigenio, estremece imaginarlo cualquier noche de
invierno inmerso en las profundidades de ese mar tempestuoso; a la luz
temblorosa de las velas, cuando los moradores de la casa murmuren con una
vaso de ponche caliente entre las manos y el viento silbe fuera, el faro de
cabo Silleiro perforará sin desmayo la oscuridad: resultará tan negra como la
tinta que desprende el calamar al saberse perseguido por el leviatán.
En Lume, tercer apartado de este trabajo, se trasluce la impotencia, perplejidad y urgencia —¡qué rondaría por vuestras cabezas en la magnífica viñeta con texto al pie, “a estrada que vai a Baiona pola costa”!— para regresar a un espacio en el que nada se puede hacer, salvo allegarse al mar rugiente para recibir el aguijonazo de la melancolía y la decadencia. Pero la suerte y los amigos también juegan. Y Aun “escarallada”, la casa se vistió de remiendos que la harán todavía más resistente que antes de la tragedia. Dylan, Guthrie, Beatles, la Creedence… —me recuerdan siempre al Nota en El Gran Lebowsky— tuvieron que ser buena compañía mientras remexíades a masa. Al final, lo que cuenta es esa pandilla de amigos dibujados a contraluz frente al ocaso, igual que en las cuchipandas de Astérix el Galo. ¡Si hasta os ha crecido un árbol dónde maniatar al bardo! Enhorabuena por ese dibujo esencial que habéis logrado: sol, océano, casa, árbol.
Abordo Cans
con tristeza y amor. No hace mucho, nuestro gran Cody se ha sumado a esa enorme
jauría que aúlla a la luz de la luna. Y aunque él era de poco auvear,
también "estaría farto de esos cans da esquerda enfurruñada e chorona que so
sabe ladrar". Sin querer, lo dibujasteis. Y hasta da la réplica — “GUAUU, GUAUU!!—” en una viñeta.
Formidable
trabajo tras la cámara: elegante, emotivo y poético vídeo de presentación. Hace daño ver batir el mar silencioso a través de ventanas y puertas de la casa
quemada; el borrón que dejaron las llamas en sus huecos al arrasar la vivienda. No es de
extrañar que Durruti esté queimado. Me sonrío al extractar la
declaración que hace en una entrevista —“era una casa con todas as
comodidades posibles. Tenía camas, mesas, televisión y hasta nevera. En pocos
minutos desapareció todo, quedaron sólo las paredes”—. ¿Por qué se me hace
extraña la presencia de la televisión? ¿Cómo la alimentarían?
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