El desafío de Sofía

La espinosa cuestión del derecho al aborto —Brasil, en esta ocasión— es el tema central de El desafío de Sofía. Un país que sorprende al trasladar una imagen que no se corresponde con la de la liberalidad que desde Europa le asociamos. No es cuestión personal, sino común a varias personas que, como yo, han visto la película y vivido, además, largas temporadas en diversos países de América (Norte y Sur): también ellas se sintieron descolocadas al conocer que en ese país el aborto es ilegal (salvo en casos de violación, peligro para la vida de la madre o defectos del feto, sin supuesto temporal alguno). Parece que la imagen de trópico, playas, carnaval, música, liberalidad sexual, baile y alegría, en definitiva, no fueran suficientes para asentar un derecho que está prácticamente reconocido en todo Occidente (excepto Texas y Dakota del Sur, EE. UU., donde está penado, salvo en caso de riesgo para la vida de la mujer). Incluso en la diminuta Uruguay, donde acuden los protagonistas (padre e hija) para intentarlo, es legal.

Ya en esta sala se proyectó, la temporada anterior, la cinta Madalena; en ese caso se abordaba el asesinato de una mujer transexual en el Brasil rural. Entonces, entre gigantescos campos de soja, aparecía el cuerpo asesinado de Madalena, miembro de una comunidad con esa orientación sexual y ambientada en el mundo agrícola del coloso americano. El miedo, el coraje y la brutalidad convivían (conviven) al mismo tiempo que el cinismo y el neoliberalismo desaforados: Brasil es el país del mundo donde más asesinatos por tal condición se producen en el mundo.

De manera que, conviene revisar prejuicios e ideas preconcebidas; permanecer atentos a las libertades de las que disfrutamos y pueden llegar a cuestionarse en un mundo en “trans-hito”, virar hacia el recorte o la extinción de las mismas. Siempre asociados a la precariedad económica, claro está: tal injusticia no acostumbra a darse entre quienes gozan de economías más o menos saneadas. Aunque, también en nuestro deslumbrante mundo progre (woke, como ahora se denomina) se den otras: los vientres de alquiler o, en su eufemística expresión, la maternidad subrogada. Al final, la injusticia apunta casi siempre al dinero.

Brillante actuación coral de unas actrices muy jóvenes, que ofrece frescura y mucho aire gamberro a un problema acuciante de esa sociedad. Lo ilustran las chicas de un equipo femenino de voleibol que se muestran cómo son: jóvenes, atrevidas y divertidas en un ambiente de vestuario donde se impone el compañerismo, el deseo de pasarlo bien y la competición. De otro lado, el aspecto más reaccionario de esa misma sociedad, opuesta de manera brutal a cualquier forma de concepción o relación que no sea la convencional.

Sofía tiene diecisiete años y juega al voleibol en un modesto equipo regional. Disfruta con lo que hace, se le da muy bien. Surge la oportunidad de ir a Chile con una beca deportiva para emprender allí una carrera. Pero, el brillante futuro que se despliega ante ella se va al traste al saber que está embarazada. Choque con la realidad. Búsqueda de información, de clínicas clandestinas. Viaje a Uruguay. Intento de captación, acoso y denuncia desde los grupos Provida. Aparece la economía de la precariedad: el padre se gana la vida elaborando y vendiendo miel; viven, además, en un barrio humilde, poco más que una favela en el extrarradio. Las compañeras de equipo hacen una colecta para costear el aborto. Finalmente, perderá a la criatura durante un altercado en la cancha al decidir jugar junto a su equipo e intentar ganar el campeonato.

La película expone, a mi modo de ver, también la extraordinaria juventud de una muchacha que, aunque precaria, goza de la comprensión y el cariño de su padre; de una pareja que la ama (una compañera) y asegura estar dispuesta a asumir el rol de padre en el caso de que deseara tener al bebé. Lo mismo que la comunidad donde reside y el equipo. Entonces, y en tales circunstancias, uno se plantea qué hubiera ocurrido de haber tenido a la criatura. Después de todo, diecisiete años no parecen muchos, y podría retomar su carrera si así lo desease. No es la primera mujer que es madre y continúa compitiendo al más alto nivel (Teresa Portela). Siempre, en el supuesto de que sea ella quien decide y no el Estado. 

A veces, nos olvidamos de que hace apenas dos años Jair Bolsonaro perdió las elecciones frente a Lula da Silva por un estrecho margen de un dos por ciento de los votos. 


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