Estrellas
Alabé tus ojos en aquel bar
colmado,
por un instante, me dejó sin aliento
la belleza madura de tu rostro,
¡pues no es mi mejor momento! fue
tu respuesta risueña.
…
Preferimos dejar a un lado los
requiebros:
barcos que se cruzan en la
madrugada,
apenas dos bocinas sonando entre
la niebla.
Me sorprendió el amanecer
devolviendo estrellas al mar,
las crías de gaviota, aún más
ignorantes que hambrientas,
las olvidan sobre el malecón.
El sol inclemente de agosto las
habrá secado en horas.
La “Aurora de rosados dedos”,
apaga el fulgor de las últimas
estrellas.
Playas e islas, suaves ocres infinitos,
El cielo, azul desvaído sobre el
mar en calma,
vuelven entonces aquellos ojos, traicioneros,
a la memoria:
¡tal era el color!
Me pregunté que haría este terral
cálido y leve,
perfumado de marea y sargazos,
con la tela de tu vestido
-lo recuerdo blanco,
tal vez estampado de colibríes, o
amapolas,
sobre la piel morena-.
¿Lo agitaría el viento travieso
desvelando tus formas?
plenas, rotundas, sensuales…
La Bajura regresa a puerto
presurosa,
lanchas colmadas hasta la regala
de aparejos y nasas,
nécora, bogavante, cigala,
centolla, camarón…
¡Lo fácil ya está hecho!
La mañana corre, la lonja
apremia.
Las estrellas están ya en su
sitio y yo,
yo me niego a estar de acuerdo:
¡tu mejor momento es siempre!
grito a mi pensamiento.
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