Yo no estoy contra el progreso…(1)




Vine a Sandías porque me dijeron que acá tocaba mi padre, un tal Jorge Pardo…
Jorge Pardo en Santa Ana

Discúlpenme la broma y la cita -seguramente poco afortunada- a Juan Rulfo (2). Yo ni siquiera sabía antes del concierto donde estaba el lugar y desde luego, no le había prometido a nadie en su lecho de muerte que vendría. La culpa la tuvo el jazz y un concierto del músico en A Corte dos Bois, espacio que se ha convertido en lugar de referencia para la música en el entorno de Ourense. En realidad “espacio” tal vez suene un poco pretencioso, e intuyo que no era esta la intención de su propietario, Jaime Vázquez, quien abandonó su profesión de topógrafo en la ciudad para instalarse en Santa Ana (Concello de Sandías, Ourense), rehabilitar una cuadra de bueyes -corte, en gallego- propiedad de su abuela, reinventarse y tratar de vivir de la cultura. El reto es titánico debió de pensar Jorge Pardo cuando le invitaron a tocar en el lugar. Pero lo aceptó. Y así nos regalo una noche mágica bajo la torre de la aldea: aroma a jazmines y estiércol, ritmos andaluces y antillanos, caboverdianos y neoyorquinos. A todo se atreve este músico madrileño con su flauta y saxofón; hace tiempo yá que “se fue de mambo” con los flamencos mundo adelante, sentidos despiertos y ganas de divertirse. Al final rompió las costuras de este arte incorporándolo al jazz - ¿o fue al revés? – para divertirnos también. Hubo solos de flauta y saxofón, claro; donde el músico, menudo y frágil, parece tener una caja torácica portentosa de la que salen joropos venezolanos, bulerías de Cádiz, tangos de Huelva… Melodías brumosas del Nueva York de los clubes de los años cincuenta, sesenta y setenta; homenajes al pianista Horace Silver a quien conoció personalmente y al sello Blue Note. Escucharlo jadear, escupir el aire sobre la boquilla del instrumento, nacer su música sin soltar la mano de la banda que le acompaña en su frenesí; observar su rostro contraído en una mueca de dolor, su cuerpo retorcido sobre el taburete, la cara de los músicos que lo alientan y empujan, es asistir a un parto felicísimo. Sólo faltaba la luna amadrinando tras la torre a falta de rascacielos. Y apareció. Lenta y rojo sanguina cuando Ton Risco la acompañó al vibráfono: suspense en la noche. Entre un tema y otro aplausos, el balido de alguna oveja insomne, anécdotas – Horace Silver en realidad se llamaba Horacio Platas- reposición de botellines, pis de campo y la fiesta continúa…
A Corte Dos Bois

La noche, aún fresca, obliga a subir el cuello de las chaquetas en “a estrada do Castro hasta a pista da Granxa, cortada ó tráfico pola celebración dunha actuación…”; el bando municipal autoriza el concierto. Correcto. La Corte sólo tiene aforo para sesenta personas y esta noche somos más de doscientas, así que “pá fuera, pá la calle…”. Un hito. Hubiera sido hermoso quedarnos a solas con la luna y la música, sin otra iluminación que la luz opalina recortando el contrabajo de Joan Massana entre las sombras, la batería de Dani Domínguez propinando caricias a los platos con sus escobillas. La gente pide más y la banda asegura tener “carrete” pero tras dos horas largas de concierto y varios niños dormidos, tapados con mantas entre el público, parecía llegado el momento de recogerse a hacer vida social con la parroquia. La ovación final devolvió al firmamento de Santa Ana a esta estrella que ha recorrido el mundo de la mano de Paco de Lucía, puso los vientos en “La Leyenda del Tiempo”, es Mejor Músico de Jazz Europeo (¡) 2013, edita y defiende su carrera en solitario, ha tocado con todos y todos quieren tocar con él…Cuando los músicos se retiran, el aire trae consigo olor a carballo ardiendo en alguna chimenea próxima y los gruñidos de un cerdo que hoza feliz en la noche. Contagiados del mismo entusiasmo nos acercamos a la barra a hacer gasto.
¡Aquí no se tira nada!

La luz difusa de la mañana trae el canto de los mirlos y los graznidos de grajos y urracas trabajando afanosos mientras atravieso la aldea, ahora dormida, camino del castillo de Sandías. Hasta llegar a este me cruzo con algunas naves de la empresa avícola Coren, robles centenarios y varias muestras de arquitectura tradicional gallega ornamentada con materiales diversos: uralita, aluminio, mármol, cemento, hormigón…conformando el denominado, y consentido, feísmo rural. También lo habrá urbano. El castillo no es tal, sino un torreón de altos muros de mampostería derruido en su mitad desde el que se domina toda la comarca del río Limia, autopista mediante. Por levante, subida a un otero similar a este, la torre da Pena, de iguales características. Y entre ambas lo que fue en su día “o Máxico Cristal” en palabras de Álvaro Cunqueiro: la laguna de Antela, hoy desecada. Un mar interior en el suroeste de Ourense. Ambas torres conformaron en el medievo una serie de defensas contra las incursiones portuguesas, pero a esta le falta la mitad en virtud de las Revueltas dos Irmandiños en el año 1467, quienes tuvieron en jaque durante dos años a las noblezas gallega y castellana hasta que fueron finalmente aniquilados. Pedían lo de siempre: más pan y menos impuestos. Aún faltaban cincuenta años para la Revuelta de los Comuneros en Castilla -Padilla, Bravo y Maldonado no habían nacido aún, pero correrían igual suerte- y tres siglos para el estallido de la Revolución Francesa. A los franceses les fue mejor, no así a su nobleza y realeza. En realidad, Os Irmandiños querían lo mismo que estos: Liberté, Egalité e Fraternité, solo que antes y en gallego. De modo que este pueblo de apocado, nada. Pero es que a la fuerza ahorcan. O guillotinan. Cuando es preguntado, Jaime Vázquez asegura que la Corte dos Bois echo a andar el 14 de Julio de 2012, el mismo día de la toma de la Bastilla con dos siglos de diferencia. Algo tendrá en mente este muchacho. Y a fe que lo está consiguiendo porque con tesón, instinto y precios de risa – botellín de cerveza un euro, bocadillo de lacón euro y medio- llena el local los fines de semana con una propuesta cultural impensable hace unos años, en un pueblo con cuarenta y siete habitantes censados y veinte residentes. Será que las revoluciones son así, pacientes, pero imparables.

Torre de Sandiás

Echo a andar colina abajo en dirección a Xinzo de Limia - ¿les hablé ya del feísmo urbano? - atravesando el inmenso patatal en que han convertido la añorada laguna de Antela. El rumor de la autopista próxima ahoga ahora los trinos de las aves mañaneras. Me cruzo con algún vecino que se queja de la falta de lluvias y del fresco que hace aún para lo avanzado de la estación. En cualquier dirección que uno mire encuentra campos y más campos separados por pistas de tierra -la concentración parcelaria- y alguna estructura de vivienda a medio construir -o a medio derruir, según se mire- en mitad de la nada: sin tabiques, sin tejado, sin servicios, sin futuro...Me da por pensar. Mal. Pero enseguida lo dejo. La mañana está demasiado bonita. Con la laguna pasó también lo de siempre: la codicia, la ignorancia, la estupidez y al final la fuerza, se emplearon juntas para destruir un espacio natural contra la voluntad manifiesta de quienes lo habitan, conservan y explotan de forma sensata y respetuosa con el entorno. Y es que ya en 1831 el canónigo cardenal de la catedral de Ourense después de glosar las excelencias de “A Limia” no dudo en tachar la laguna como: “…gran y pestilente charco, enemigo declarado de la industria y de la ganadería pecuaria y de la misma humanidad…despide vapores fétidos y mortíferos que vician el ambiente…inmundo, inútil y nocivo charco, germen de podredumbre y mortandad…agua de laguna aborrecida”. Después habrían de llegar otros: Cornide, Juan Toubes, Pelayo Cuesta, Liberto Malagamba (de apellido esclarecedor), los hermanos Mugartegui, Cirilo Cánovas -a la sazón ministro de agricultura e ingeniero agrónomo- y hasta una falsa Marquesa de Longueville, cada uno con su proyecto de aprovechamiento y compromiso de desecación. Desoyendo la oposición de los trescientos cabezas de familia de los concellos afectados por el proyecto quienes argumentaron: “más produce el terreno en prados que no invertido en cultivo, por dar más utilidad a la ganadería como la experiencia demuestra”. Alegando además: “con los cambios en la propiedad de la tierra unos pocos serán los dueños absolutos y todos los otros meros arrendatarios” Y esto que aún contaban con el apoyo y la rúbrica de dos sacerdotes de las diversas parroquias. Pero no fue hasta diciembre de 1956 (mes y año de nacimiento de Jorge Pardo, extraña coincidencia) cuando un real decreto del gobierno franquista decide desecar la laguna tras los fracasos habidos durante el siglo XIX. Se elabora entonces un proyecto en dos meses y se ejecuta en cinco años. El ingeniero Francisco Zapata Tejedor propone tres fases: primera, desecar la laguna; segunda, transformarla en regadío; tercera, colonizar las tierras desecadas. El sobrecoste quintuplica lo presupuestado. Sesenta y tres años más tarde ninguno de los objetivos se ha logrado en su totalidad.
Gabarra abandonada

La laguna, en efecto, se desecó, pero el agua acumulada durante siglos en las capas freáticas aún sigue ahí, de manera que cuando el invierno es lluvioso o se profundiza un poco, las tierras se anegan de nuevo. El regadío nunca llegó sino a través de un canal principal que se utilizó para vaciarla al río Limia, y desde allí alimentar bombas hacia los campos de patatas. La tierra resultó ser poco fértil, con mucho sílice en su composición y la pertinente necesidad de agregar fertilizantes para explotarla. La globalización ha hundido el precio de las patatas y, aunque este parece un buen año -salvaran los muebles- el pasado volcaban los camiones en las plazas de las ciudades. La parte de la laguna que desaguaba en tiempos al río Limia se ha transformado hoy en una sucesión de grandes charcas donde se oxidan inmensas gabarras y cintas transportadoras dedicadas a la extracción de áridos aptos para la construcción. En tiempos del “milagro” económico de Aznar resultaron rentables, hoy se oxidan al sol sin que nadie los retire. La Xunta de Galicia en cambio, promueve un plan de recuperación de los humedales que quedan (apenas un cinco por ciento de lo que fueron) con financiación europea y mucho cinismo. Se ve que han visto aves anidando por allí y tal vez estén pensando ya en un parque cinegético, una vez estas terminen de establecerse como antaño.
Observatorio de aves

Aún con el corazón encogido, constituye toda una experiencia observar los árboles verdear de nuevo desde las pistas que conducen a las explotaciones areneras hoy en desuso. Apostados tras ellos con unos prismáticos, la avifauna se muestra espléndida e increíblemente generosa al regresar de nuevo al lugar. Sobrevolado por cigüeñas que pasan bajo el cielo raso sombreando la tierra, y escuchando el batir de sus alas a unos metros de mi cabeza pienso que tal vez no todo se ha perdido. Extenuado alcanzo Vilar de Santos, donde me tomo dos cervezas a gollete y me premio con una hamburguesa de excelente carne de la zona en el Arca de Noé. Por cierto, también con un gran cartel de conciertos los fines de semana. Y es que la vida volverá de nuevo al rural. ¡Si la dejan!
O Arca de Noé













(1)





Si existiera un buen consenso,


Errores no corrigen otros,


Eso es lo que pienso.


Lalalala...yo quisiera ser civilizado como los animales.


Roberto Carlos





(2)

“En la reverberación del sol, la llanura parecía una laguna transparente, deshecha en vapores por donde se traslucía un horizonte gris. Y más allá, una línea de montañas. Y todavía más allá, la más remota lejanía”.

Pedro Páramo. Juan Rulfo.


Locales:


A Corte dos Bois.


Santa Ana, 22.


32692 Sandiás (Ourense)






O Arca de Noé.


Rua do Forno, 13.


32650 Vilar de Santos (Ourense)






Libros:


Martínez Carneiro, X.L. (1997) Antela, a memoria asolagada, Edicións Xerais


Aves da Limia I y II. Antonio Villarino, Serafín González, Felipe Bárcena




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